lunes, 28 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 48

Cuarenta y cinco minutos después, Paula seguía sin tener ni idea de cómo poner fin a algo que parecía tan perfecto; aunque, a medida que pasaban los minutos, sabía que no tenía otra opción. Pedro dejó su tenedor en el plato con un suspiro de satisfacción.

–Señoritas, ha sido la mejor cena que he tomado desde hace mucho tiempo. Sobre todo la tarta de queso.

–Es la receta de mi madre –dijo Melina–. Solo he seguido las instrucciones.

–Aunque tengas una buena receta, has sido tú la que ha hecho un gran trabajo. Felicitaciones a tu madre también.

–No es para tanto –dijo Paula–. Yo siempre utilizo la receta que viene en el paquete de la crema de queso. Me temo que no es muy original.

–¡Ya basta de tanta humildad! –exclamó Pedro riéndose–. ¿Alguien puede aceptar un cumplido?

–Yo lo haré –se ofreció Nicolás con una sonrisa.

Todos se rieron, dado que él no había tenido nada que ver con la tarta.

–Tengo que moverme después de una comida así –dijo Pedro con una sonrisa–. ¿A alguien le apetece dar un paseo? Pensé que podríamos ir andando al centro y juzgar por nosotros mismos qué casa debería ganar el concurso de luces de Navidad de este año.

–¡Yo quiero ir! –exclamó Melina.

Nicolás se encogió de hombros, aunque no pareció despreciar la idea.

–¿Paula? ¿Miguel? ¿Qué opinan ustedes?

–Tengo que terminar con los platos –dijo Paula, despreciándose a sí misma por su cobardía.

Aún tenía que ir a cualquier sitio del pueblo con Pedro donde los demás pudieran verlos juntos.

–Ustedes marchen –dijo su padre poniéndose en pie–. Yo recogeré.

–La cocina está hecha un desastre –dijo ella–. Ya sabes lo mucho que ensucio cuando cocino.

–Eres la única persona que conozco que puede ensuciar tres o cuatro cacerolas hirviendo agua para la pasta –dijo su padre con una sonrisa–. Pero creo que podré hacerlo. Vete.

–De acuerdo –dijo Paula finalmente–. Gracias. Tengo que ir a por mi abrigo.

Decidió que no tenía por qué ser tan malo. Si lograba encontrar un momento en el que Melina y Nicolás estuvieran distraídos, tal vez pudiera hablar con Pedro. Quince minutos más tarde, envueltos en el frío de la noche, caminaban con Lucía a la cabeza. La gente en Pine Gulch se tomaba la iluminación navideña muy en serio. Casi todas las casas tenían decoración especial, desde una fila de luces de colores rodeando una ventana hasta renos y Papás Noeles. Pedro caminaba junto a Melina y Paula al lado de Nicolás, satisfecha de que su hijo fuera con ellos.

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