lunes, 21 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 31

 Paula se sintió aliviada cuando Nicolás frenó frente a ellos.

–Tu turno, mamá –dijo su hijo–. Súbete. Puedes usar el trineo de Melina.

–No, gracias –dijo Paula–. Me gustan mis piernas sin huesos rotos.

–Vamos –insistió Nicolás–. Meli se ha tirado seis o siete veces y solo tiene nueve años. ¿Es que es más dura que tú?

–De eso no hay duda.

–Vamos –persistió su hijo–. Todos se lo están pasando bien. No puedes quedarte ahí sentada todo el tiempo.

–Te lo pasarás bien –intervino Pedro–. Esta puede ser tu primera experiencia en los deportes de invierno.

–Te echaré la culpa si esto sale mal –le dijo Paula a Pedro riéndose mientras se ponía en pie con un suspiro.

Su sonrisa desapareció al darse cuenta de que Pedro estaba mirándole la boca. Paula notó un vuelco en el estómago y se sintió aliviada cuando Nicolás arrancó y se alejó con ella en la moto. Tenía que salir de allí. Rápido. Todas sus intenciones se estaban yendo por la borda a medida que pasaba más tiempo con Paula Chaves. La observó subida a la moto de nieve mientras su hijo ascendía la colina. Incluso desde allí, podía ver la tensión en su postura. Obviamente no le gustaba estar allí arriba, pero lo estaba haciendo de todos modos, negándose a que sus miedos la controlaran. Admiraba a esa mujer. Admiraba muchas cosas de ella. Le gustaba cómo se iluminaban sus ojos cuando hablaba de sus hijos, le gustaba el modo tan genuino que tenía de escuchar a las personas, le gustaba la predisposición que tenía por reírse de sí misma. Suspiró profundamente. ¿Qué bien hacía contar todas las cosas que le gustaban de ella? El hecho era que Leandro tenía razón. Paula se merecía a alguien mejor que él, alguien que no estuviese siempre buscando su próximo objetivo. Observó cómo hablaba con sus hijos en lo alto de la colina antes de subirse al trineo. Permaneció allí unos instantes, hasta que los niños la empujaron. Su exclamación inicial se convirtió en una risa de alegría que hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Pedro tenía que marcharse de allí mientras tuviera la oportunidad. Se levantó y se dirigió hacia el establo, pero solo había recorrido unos metros cuando oyó un grito. Se dió la vuelta y vió cómo ella se caía del trineo. El trineo se fue en una dirección y ella en otra. Dio tres o cuatro vueltas y se quedó tirada, sin moverse. Corrió colina arriba, asombrado por sus instintos de protección. Deseaba abrazarla con fuerza.

–Paula, háblame.

Paula no contestó, pero vió que respiraba y le desabrochó el abrigo; justo cuando Nicolás llegaba con la moto de nieve.

–Ve a la casa a buscar a mi hermano Leandro –le dijo al chico, que estaba tan blanco como el paisaje que lo rodeaba–. Corre.

–Sí. Voy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario