miércoles, 23 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 37

No la había echado de menos. En lo más mínimo. Al menos, eso era lo que intentaba decirse a sí mismo. Durante dos semanas, Paula Chaves y él habían conseguido evitarse. Tarea no precisamente fácil en una comunidad tan pequeña como Pine Gulch. Ahora, mientras Pedro llevaba a Nicolás a casa después de un sábado trabajando en el coche, se preguntaba si lograría verla o si seguiría mostrándose frustrantemente esquiva. Tal vez no la hubiera visto físicamente desde el día en que fueran a cortar los árboles de Navidad en Cold Creek, pero nunca se había alejado de sus pensamientos. Se decía a sí mismo que era solo porque lo había rechazado. Representaba lo intocable, lo imposible. De modo que, naturalmente, no podía concentrarse en nada más que en ella. Definitivamente, estaba evitándolo. Las pocas veces que Nicolás había ido a Cold Creek a trabajar con el coche o los caballos, había tomado el autobús de la escuela y su abuelo había pasado a recogerlo.

–Gracias por llevarme –dijo Nicolás cuando llegaron a las afueras del pueblo.

–No tiene importancia. De todas formas, tengo que comprar algunas cosas en la tienda.

Lo único que tenía en casa era un bote de la mermelada de fresa de Brenda y un huevo, y se había quedado sin jabón para hacer la colada. Aunque tenía que admitir que, en parte, se había ofrecido a llevar a Nicolás con la esperanza de ver a su madre. Sabía que aquello era patético. ¿Por qué estaba obsesionado con ella? Era una manera miserable de pasar el sábado por la noche, escuchando a un adolescente hablar de coches y pensando en la lista de la compra, y en la mujer que no podría tener.

–¿Cuánto falta para que traigan la pintura para el coche que encargaste? –preguntó el chico.

–Dijeron que una semana o dos. Entonces solo tendremos que darle un par de capas y habremos terminado. Quizá durante las vacaciones de Navidad podamos dar una vuelta, si el tiempo no es muymalo.

–Sí. Genial –a pesar de su entusiasmo por trabajar en el coche, Nicolás no parecía muy contento con la idea.

–Has trabajado duro para pagar tu deuda. Supongo que, cuando terminemos con la pintura, estaremos en paz. Seguro que te alegrarás de no tener que recoger más estiércol.

–Supongo –Nicolás se hundió en su asiento y miró por la ventana.

Pedro frunció el ceño al escuchar el tono de abatimiento en la voz del chico. ¿Acaso estaba triste por no poder seguir trabajando en Cold Creek? A él tampoco le alegraría dejar de verlo. Trabajar con los coches siempre había sido una vía de escape para él, pero había disfrutado de tener compañía durante el último mes y Nicolás se había mostrado abierto y entusiasta durante ese tiempo.

–Por supuesto –dijo Pedro–, jamás rechazaría a un buen trabajador si quisiera ganar un poco de dinero extra trabajando con los caballos y ayudando con las reparaciones ocasionales. El dinero no es gran cosa, pero podrías montar a caballo todo lo que quisieras. Y, en verano, cuando termine la escuela, podría darte todas las horas que quisieras trabajar, siempre y cuando estuvieras dispuesto a conducir un tractor.

Nicolás se estiró y sus rasgos se animaron, aunque obviamente estaba intentando ocultar su entusiasmo. El chico le recordaba tanto a sí mismo, que a veces le costaba trabajo observarlo.

–Tendremos que hablar con tu madre del tema –le advirtió Pedro mientras estacionaba frente a la casa de Miguel Chaves–. Tal vez prefiera que busques un trabajo para después de clase que te pille más cerca de casa.

–Podríamos hablar con ella ahora –sugirió Nicolás–. Si tú quisieras, claro. Sé que estará en casa porque mi abuelo se fue a Jackson Hole ayer y no volverá hasta el lunes.

–De acuerdo –convino él sintiendo la anticipación al saber que vería a Paula en unos segundos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario