miércoles, 16 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 24

Pedro detuvo su moto y se giró para ver el progreso de Nicolás y de Paula por la nieve virgen que Federico había pisado con su moto más grande.

–¿Por qué nos paramos? –preguntó Melina.

–Para comprobar cómo van los lentos –contestó Pedro.

Melina se carcajeó y miró al cielo. Era una niña dulce y entusiasta. Una simple vuelta en moto de nieve le parecía la gran aventura de su vida. Pedro estaba un poco sorprendido de lo mucho que estaba disfrutando. Cuando aquella mañana había estado preparando la disposición de la gente en las motos, instintivamente había deseado que Paula montara con él. Estaba más que listo para subir un nivel, para hacerle que fuera imposible evitar la conexión física que había entre ellos. ¿Qué mejor manera que tenerla pegada a él mientras subían la montaña? Había pasado varios momentos fantaseando con sentirla a su lado durante todo el viaje de ida y de vuelta. Pero, tras pensarlo mejor, había desechado la idea, por muy atrayente que fuera. Avasallarla físicamente haría que se alejara más de él. Era mejor hacerlo de otra forma. No solo era más seguro que Melina subiese con él, sino que así podía disfrutar de verla con su hijo pasando un buen rato, algo que no debía de ser frecuente entre ellos. No había imaginado que se lo pasaría tan bien con la hija de Paula, pero estaba descubriendo que le gustaba ver cómo Melina lo miraba como si fuese un héroe. No recordaba habérselo pasado tan bien nunca durante la excursión anual de los Alfonso para cortar el árbol de Navidad. Una parte de esa diversión se debía al hecho de poder ver a Paula con sus hijos.

–¿Ya casi hemos llegado? –preguntó Melina.

–No queda mucho. ¿Ves ese valle de pinos ahí arriba, en mitad de la montaña? Ahí es donde nos dirigimos. Tardaremos unos quince minutos más. ¿Qué tal respiras aquí arriba?

–Genial –contestó la niña tras respirar profundamente.

Iba a decirle que le hiciera saber si tenía algún problema con el asma, pero, en ese momento, se pararon a la altura de Nicolás.

–¿Cuál es el problema? –preguntó Nicolás gritando por encima del ruido de las motos.

–Solo quería ver cómo iban. ¿Todo bien?

–¡Esto es muy divertido!

–¿Paula? ¿Qué tal tú?

Paula le dirigió una sonrisa. Parecía tan brillante y vibrante con la luz del sol, que Pedro tuvo ganas de desmontarla del trineo y tomarla entre sus brazos.

–¡Es maravilloso! ¡La vista desde aquí es increíble!

–Lo es –convino él–. Nico, quería enseñarte hacia dónde vamos desde aquí. Nos dirigimos hacia ese grupo de árboles de allí.

–De acuerdo –dijo el chico–. Aunque me siento bastante capaz de seguir una huella hecha por cuatro motos.

–Seguro que sí, pero a veces ayuda saber adónde vas, en vez de seguir una huella.

–De todas formas, si fuese lo suficiente estúpido como para salirme del camino, seguro que todos iríais detrás de mí.

Pedro se rió y dijo:

–Es solo para que sepas en qué lugar te encuentras, chico.

–¿Vamos a conducir o vamos a quedarnos sentados sin hacer nada? –preguntó Nicolás.

Antes de que pudiera contestar, Leandro y Mariana se detuvieron junto a ellos. Le dirigió a su cuñada una mirada de preocupación, pero Mariana no parecía estar incómoda, a pesar de llevar las muletas en la mano. Sabía que Leandro nunca le habría permitido ir si pensase que no podría hacerlo, de modo que decidió no preocuparse.

–Están bloqueando el camino –dijo Leandro.

–Sí, sí. Ya vamos.

Puso en marcha la moto otra vez y sintió un súbito calor en el pecho cuando Melina se agarró a él. Pensó que, si no tenía cuidado, llegaría a tomarles cariño a los hijos de Paula. Eso sería genial si su madre también fuera en el lote, pero tenía la sensación de que las cosas no iban a ser así. Era una idea estúpida.

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