miércoles, 2 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 62

A Paula no se le había pasado por la cabeza que Pedro pudiera pensar que otro hombre la había dejado embarazada.

–El padre eres tú –declaró ella con voz queda–. Concebí la primera noche que nos acostamos, la noche que fuimos al teatro y luego a la fiesta.

–Me dijiste que estabas tomando la píldora –contestó Pedro con expresión indescifrable tras un prolongado silencio–. Me fie de tí.

Pedro sintió un escalofrío al recordar otra ocasión, en el pasado, en el que una mujer le dijo que iba a tener un hijo suyo. Y, como un idiota, había creído a Lara. Pero esta vez no iba a ser tan inocente.

 ¿Cómo podía haberse tornado tan fría la mirada de Pedro? No había esperado que se mostrara entusiasmado, pero la frialdad de él se le clavó en el corazón.

–No te mentí –le informó ella con dignidad–. Estaba tomando la píldora; pero debido a que en mi familia todos tenemos la tensión alta, estaba tomando una mini píldora, que no es tan eficaz como la normal. No sabía que el ponche de frutas de la fiesta tenía alcohol; de haberlo sabido, no lo habría tomado. Entonces, cuando me puse a vomitar después de acostarme contigo, no sabía que la píldora quizá ya no hiciera efecto.

Pedro la miró con expresión interrogante.

–Debes admitir que es normal que tenga dudas –comentó él con expresión carente de emoción–. Sin embargo, si realmente he sido yo quien te ha dejado embarazada, ¿Por qué has esperado hasta ahora para decírmelo? Estamos a finales de octubre... ¿Y concebiste en junio? De eso hace ya cuatro meses.

Pedro se acercó a ella, le abrió el abrigo y le miró el vientre. Sí, estaba abultado. No cabía duda de que Paula estaba embarazada.

–Mi padre tuvo un accidente en la granja. El tractor se volcó y le aplastó –a Paula le tembló la voz al recordar el cuerpo de su padre atrapado entre las ruedas.

Miguel Chaves era un hombre gigantesco que jamás enfermaba. El accidente, casi mortal, había afectado a toda la familia. Miguel había pasado varias semanas en cuidados intensivos y ella, relegando a un segundo plano su embarazo, se había dedicado a prestar apoyo a la familia. Volvió a centrarse en sus asuntos cuando su padre regresó a la granja, ya bastante mejor.

–Comprendo que lo del embarazo te haya sorprendido, a mí me pasó lo mismo –le dijo a Pedro–. Pero los dos somos adultos y tenemos que aceptar que ningún método anticonceptivo es infalible.

–Quiero pruebas de que yo soy el padre.

Paula se mordió los labios.

–Y una vez que tengas pruebas, ¿Me vas a pedir que aborte? Porque desde ahora te digo que, tanto si quieres ser el padre del hijo que voy a tener como si no, no voy a abortar.

–No, no se me había pasado por la cabeza pedirte eso – respondió Pedro–. Dime, ¿Cómo te sientes tú? ¿Te apetece tener un hijo?

–Sí, mucho –respondió ella al instante–. Aunque también estoy un poco asustada.

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