viernes, 4 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 67

-Siéntate, Pau –le ordenó su hermano.

Pero ella, lanzándole una penetrante mirada de advertencia, dijo:

–Nahuel, soy yo quien se va a encargar de este asunto, es mi problema –entonces, se volvió a Pedro y le preguntó–: ¿Qué haces aquí?

Pedro hizo un esfuerzo por controlar la irritación que la frialdad de ella le había causado y respondió:

–Tenemos que hablar.

Una de las mujeres sentadas a la mesa se levantó. La madre de Paula era bajita y regordeta, de cabello negro con hebras plateadas y una mirada violeta penetrante.

–Usted debe ser el señor Alfonso. Yo soy Alejandra Chaves. Mi marido, Miguel –la mujer señaló al gigante que presidía la mesa–. Y estos son mis hijos, sus mujeres y sus hijos.

La mujer lo miró de arriba abajo y añadió:

–Paula le acompañará al cuarto de estar, allí podrán hablar sin que nadie les moleste.

Paula sabía que era inútil discutir con su madre, así que la obedeció y salió seguida de Pedro. Esa era la segunda sorpresa que recibía ese día, pero no la peor, pensó recordando su cita en el hospital aquella mañana. Entró en el cuarto de estar, se hizo a un lado para ceder el paso a Pedro y luego cerró la puerta. Él llevaba un jersey color crema y unos pantalones vaqueros usados. Su aspecto mediterráneo parecía aún más exótico ahí, en Gales. Sin duda atraería la atención de todo el pueblo. Pero no era probable que Pedro se paseara por Rhoslaenau, que contaba con una población de cuatrocientas personas, una oficina de correos y el bar.

–¿A qué has venido? –le preguntó ella después de ofrecerle asiento y de que él rechazara la invitación–. ¿Es que te han dado ya los resultados de las pruebas? ¿No se supone que van a tardar unasemana por lo menos?

–No, no tengo los resultados –Pedro titubeó–. Pero no necesito los resultados de las pruebas para saber que soy el padre.

Paula lo miró sin comprender.

–¿Qué quieres decir?

–Quiero decir que te creo, cara. Sé que he sido yo quien te ha dejado embarazada, que voy a ser padre.

Paula se mordió los labios, sorprendida por la emoción que había acompañado a las palabras de él. Hablaba como si quisiera realmente ser el padre del hijo que ella iba a tener. Tragó saliva. Quizá, aunque Pedro no la quisiera a ella, sí querría a su hijo.

–Va a ser niño –le informó ella con voz ronca–. Durante la ecografía que me han hecho, me preguntaron si quería saber qué iba a ser y dije que sí.

Al principio no había pensado en averiguarlo; pero decidió lo contrario cuando la prueba reveló un posible problema. ¡Iba a tener un hijo! Pedro apenas podía contener la felicidad que sentía.

–Si me hubieras dicho qué día te iban a hacer la ecografía habría venido para ir contigo –declaró él con voz seca, incapaz de ocultar la desilusión que sentía por no haber estado con ella durante la prueba.

–No imaginé que quisieras acompañarme –Paula volvió a morderse los labios–. Además, no tienes ninguna obligación conmigo. Me las arreglaré perfectamente si decides que no quieres saber nada del niño. Nacerá en el seno de una gran familia, una familia que le dará todo el cariño que necesite –le recorrió un escalofrío y rezó porque su hijo naciera sano–. Mis padres le querrán, tendrá primos con los que jugar y yo tengo siete hermanos, así que habrá hombres adultos en su vida.

En otras palabras, a él no le necesitaba, pensó Pedro. Él iba a ser el padre del hijo de Paula y ella no consideraba necesario que formara parte de su vida.

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