miércoles, 2 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 65

A Pedro le pareció increíble que en dos palabras pudiera haber tanta compasión. Y sintió algo extraño en lo más profundo de su ser al ver la expresión de los ojos de Paula.

Pedro se puso en pie, se acercó a él y le puso una mano en el brazo, un gesto con el que quería ofrecerle consuelo. Él tragó saliva, consciente de que la había tratado vergonzosamente; sin embargo, Paula le había ofrecido apoyo sin titubear. Por la expresión de él, ella se dió cuenta de que Pedro no había superado el engaño de su esposa ni verse separado del niño. A pesar de no ser su hijo, debía seguir queriendo mucho a Lucas.

–¿Qué ha pasado con Lucas? –preguntó ella con voz queda.

–Lara se lo llevó y no he vuelto a verlo. Por lo que sé, se casó con el padre de Lucas y deben seguir juntos.

–Lo que te pasó es terrible –dijo ella compungida–. Pero esta situación es diferente. Te juro que el niño es tuyo y, además, he accedido a que hagamos la prueba de paternidad.

De repente, Paula se sintió agotada, tanto física como emocionalmente. Quería estar sola para asimilar todo lo que Pedro le había contado de su pasado. Ahora ya no le extrañaba la reacción de él al decirle que iba a ser padre.

–¿Cuándo podríamos someternos a la prueba de la paternidad? –preguntó ella en tono neutral.

–Lo arreglaré para que nos hagan los análisis de sangre mañana. Suelen tardar de una semana a diez días en dar los resultados –por su trabajo con casos de divorcio, Pedro estaba acostumbrado a asuntos relacionados con demostrar la paternidad.

Pedro empequeñeció los ojos al ver que Paula se ponía el abrigo.

–¿Adónde vas?

–Voy a pasar la noche en casa de una amiga, Sofía. Dime dónde vamos a hacernos los análisis. Me reuniré allí contigo mañana.

–Creo que deberías quedarte aquí esta noche.

Pedro no quería que se marchara. Si era él quien realmente la había dejado embarazada, tenían que hablar de lo que iban a hacer, de cómo iban a criar a su hijo. Dio. ¿Acaso era un idiota por pensar que iba a ser padre? El instinto le decía que podía fiarse de Paula, estaba convencido de que era una mujer honesta y sincera. Pero, en el pasado, también se había fiado de Lara y el resultado había sido catastrófico para él. Después del divorcio, se había jurado a sí mismo nunca más volver a fiarse de una mujer.

–Puedes dormir en tu antigua habitación –le dijo él–. Aún tienes ropa ahí. Por la mañana, iremos a la clínica en Harley Street.

–No, gracias. Sofía me está esperando. Lo que sí te voy a pedir es que hagas el favor de pedirme un taxi por teléfono.

–No digas tonterías –Pedro se dió cuenta de que no podía obligarla a pasar la noche en su casa–. Yo te llevaré en el coche a casa de tu amiga.

–No puedes conducir, has bebido.

Paula tenía razón, la cantidad de whisky que había ingerido le impedía sentarse al volante. Reprimió las ganas de abrazarla y decirle que la creía, que creía que iba a ser el padre de su hijo. El cerebro le decía que esperase a tener pruebas, así que ignoró el dictado del corazón.

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