viernes, 4 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 68

Las palabras de ella se le habían clavado como un puñal en el pecho. No, no podía permitir vivir separado de su hijo. Su hijo le pertenecía, igual que la madre.

–No estoy dispuesto a darme media vuelta y a permitir que tu familia se encargue de la crianza de mi hijo, por muy buenas intenciones que tengan. Quiero a mi hijo y haré lo que sea necesario porque se respeten mis derechos como padre.

Pedro lanzó un suspiró y continuó:

–Cuando viniste a verme a Londres el otro día, la noticia me pilló de sorpresa y soy consciente de que no reaccioné bien. Lo siento. No debería haber dudado de tus palabras, estoy convencido de que yo soy quien te ha dejado embarazada y quiero asumir la responsabilidad de mi futuro hijo y hacerme cargo de tí también.

Pedro respiró hondo, consciente de los erráticos latidos de su corazón. Llevaba dos noches en las que apenas había pegado ojo pensando en lo que debía hacer. Al final, había llegado a la única conclusión posible.

–Paula, quiero que te cases conmigo.

Ojalá la quisiera de verdad, pensó Paula tristemente. Pero no era tan inocente como para no saber por qué, de repente, a Pedro se le había ocurrido la idea de proponerle el matrimonio.

–La única razón por la que quieres casarte conmigo es por las implicaciones legales en lo que a nuestro hijo se refiere. Sabes que, si nos casáramos, tendrías los mismos derechos que yo respecto al niño –declaró ella secamente.

Pedro no lo negó, y el sonrojo de sus mejillas le indicó que había acertado en su suposición. Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras contemplaba el fuego de la chimenea.

–Si quisieras ejercer de padre, sé que tendríamos que llegar a un acuerdo en lo que a su crianza se refiere. Pero, de momento, no puedo pensar en esas cosas. Hay... hay algo que debes saber.

Paula se abrazó a sí misma, como para darse valor, y añadió:

–La ecografía ha revelado que hay un problema con el corazón del feto.

Pedro sintió como si le echaran un jarro de agua fría.

–¿Qué clase de problema?

–No lo sé exactamente, sé que tiene que ver con una válvula del corazón. El médico del hospital local ha iniciado el procedimiento para que me hagan una prueba en un hospital mejor equipado en Cardiff, pero tendré que esperar hasta mediados de la semana que viene por lo menos.

De repente, Paula cedió a la tensión y al miedo.

–¡Dios mío, Pedro, estoy muy asustada!

A Pedro se le hizo un nudo en el estómago. Sabía que Paula estaba pensando en el niño que le había nacido muerto. Entonces, se acercó a ella y, al estrecharla en sus brazos, la sintió temblar.

–Acabo de enterarme esta misma mañana. Todavía no se lo he dicho a mi familia. Mis padres lo han pasado muy mal con lo del accidente de mi padre y no quería darles más disgustos –Paula miró a Pedro al verle sacar el móvil del bolsillo–. ¿Qué haces?

–Tengo un amigo cardiólogo en Londres. Voy a llamarlo para pedir una cita urgente con él. Cuanto antes sepamos cuál es el problema, más probabilidades habrá de solucionarlo, ¿no te parece?

–Sí, pero hoy ya es viernes, así que no podrá vernos hasta el lunes.

Solo dos días hasta el lunes, se recordó Paula a sí misma. Pero la idea de esperar todo el fin de semana le pareció insoportable.

–Diego te va a ver tan pronto como lleguemos a Londres –Pedro empleó un tono de voz suave, conmovido por las lágrimas de ella–. Intenta no perder la calma. Yo me encargaré de todo, cara.

Pedro cumplió su palabra. Fueron a Manchester, al aeropuerto, donde les estaba esperando el avión privado de él y en pocas horas llegaron a Londres. Al día siguiente, sábado, tenían una cita en el hospital con Diego Burton, el cardiólogo amigo de Pedro. Era extraño encontrarse en su antiguo departamento, en el sótano de la casa de él, pensó Paula al acostarse. Y había sido igualmente extraño que Pedro hubiera preparado la cena.

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