viernes, 25 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 45

–¿Por qué soy tan terrible? –preguntó Pedro–. ¿Porque el pueblo entero pueda provocar una revolución al enterarse de que la directora del colegio quiere tener una vida?

Una vida era una cosa. Una aventura tórrida con el soltero más cotizado del pueblo era algo bien distinto.

–Estás fuera de mi alcance, Pedro. Muy lejos de mi alcance. Soy como el suministrador de agua en un partido de fútbol local y tú el quarterback en la Superbowl.

–Lo siento, pero el béisbol no es mi deporte.

–Ya sabes a lo que me refiero. Ni siquiera sé por qué estás aquí. A tí te gusta… jugar. Eres sexy y excitante. Yo soy una directora de colegio aburrida de treinta y seis años que se ha acostado con un solo hombre en toda su vida.

–¿De verdad?

–Eso no tiene importancia. Lo que intento decir es que no entiendo nada de esto. ¿Qué quieres de mí, Pedro? Sé de sobra que no soy tu tipo. No soy guapa ni sexy ni excitante. Nunca he sido el tipo de persona que alegra las fiestas. Soy una mujer normal, alguien a quien un hombre como tú no miraría dos veces.

–¿Cómo puedes decir algo así?

–¡Porque es cierto!

–Creo que no te conoces muy bien –murmuró Pedro–. Y estoy seguro de que no me conoces. Pareces pensar que no soy más que un vaquero mujeriego que solo piensa en cuál será su próxima conquista. Admito que tengo cierta reputación. Parte me la he ganado, lo siento, pero la mayoría es mentira. ¿Sabes? Soy más que una reputación.

Paula se rodeó a sí misma con los brazos, sorprendida por sus palabras. Tenía razón. Había sido injusta con él por dejarse llevar solo por un cotilleo que había oído en su oficina. Era más de lo que la gente decía de él. No tenía más que ver todo lo que había hecho por su familia en el último mes. Si acaso necesitaba más pruebas sobre su naturaleza bondadosa, simplemente tenía que observar su relación con su familia. Los Alfonso estaban unidos y se querían con locura. A Pedro no le daba vergüenza abrazar a su madre en público, adoraba a sus sobrinos, se apasionaba con sus caballos.

–Sé que eres más que una reputación –admitió finalmente–. Tal vez por eso no puedo dejar de pensar en tí.

Al oír sus palabras, Pedro sintió un intenso calor en todo su cuerpo y no pudo apartar los ojos de ella. ¿Cómo podía decir que no era guapa? Justo en ese momento, con los labios hinchados y los párpados medio cerrados, estaba magnífica. Parecía agitada y pasional, y la deseaba con una ferocidad que lo sobrepasaba. Por el momento, se contentó con darle la mano.

–No sé si esto ayuda en algo –dijo finalmente–, pero yo tampoco puedo dejar de pensar en tí. Parece una locura, lo sé, pero, por alguna razón, te he echado de menos estas últimas semanas. Me dijiste que me apartara y he tratado de respetar eso. Pero no podía sacarte de mi cabeza.

–¿Cómo has podido echarme de menos? Ni siquiera me conoces. No realmente.

–No sé la respuesta a eso, solo sé que es cierto. Me gustaría conocerte, Paula. Al igual que no soy solo una reputación, tú tampoco eres la educadora aburrida que ves en el espejo. Sé que es así. Eres guapa, lista y divertida. Creo que nos debemos a nosotros mismos la oportunidad de ver más allá de la superficie.

–Pedro…

–Cena conmigo. Solo una cita. Es lo único que te pido –insistió él–. Una velada sin toda esta tensión. Conozco un restaurante fantástico en Jackson Hole. Territorio neutral. No veremos a nadie conocido y podremos hablar y reír y disfrutar de la compañía del otro. Incluso prometo mantener las manos quietas, si es lo que hace falta para que aceptes.

Paula le soltó la mano y Pedro se preparó para otra negativa, sabiendo que esa le dolería más que todas las demás después del beso que acababan de compartir. Vió la indecisión en sus ojos, pero entonces ella miró brevemente al coche. No tenía ni idea de lo que veía allí, pero, cuando volvió a mirarlo a los ojos, se sorprendió al ver que la inseguridad había dejado paso a algo suave y cálido, algo que lo dejó sin aliento.

–De acuerdo. Sí. Cenaré contigo.

No estaba preparado en absoluto para la reacción que sintió al escuchar sus palabras; una mezcla de felicidad, alivio y alegría. Se sintió un poco inquieto también, pero decidió no preocuparse por ello de momento. ¿Cómo habían llegado a eso?

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