lunes, 28 de octubre de 2019

El Seductor: Capítulo 47

Incluso habían ido a montar a caballo a la luz de la luna, cosa que habría sido romántica si no hubieran llevado a Camila y a Melina con ellos. Había sido después de aquel paseo a caballo, hacía dos noches, cuando Paula había dado el gran paso y lo había invitado a cenar. No había sido su intención; de hecho, había planeado decirle que no podían seguir viéndose. Pero la invitación había escapado a su subconsciente y a su lengua antes de darse cuenta. Por muy maravillosos que hubieran sido esos diez días, no estaba muy segura de cómo estaban las cosas entre ellos. A pesar del calor que había existido entre los dos aquella noche en el garaje, no habían compartido nada parecido desde entonces. Había descubierto que Pedro era fiel a su palabra. Al decir que mantendría las manos quietas, lo decía en serio. No podían seguir así.

–¿Hay algo que pueda hacer? –preguntó Pedro.

–Creo que nos apañamos bien, ¿Verdad, Melina?

Su hija asintió.

–Solo tenemos que llevar la comida al comedor.

–No sabes lo delicioso que parece todo –murmuró él, y Paula fue consciente de que estaba mirándola a ella, y no a la cena que habíapasado horas preparando.

–Toma –dijo ella abruptamente entregándole una bandeja–.Puedes llevar el pollo.

Pedro sonrió como si supiera perfectamente el efecto que le producía, pero tomó la bandeja y salió de la cocina. Cuando se marchó, Paula se dió la vuelta y encontró a Melina mirándola con curiosidad. Tardó unos diez segundos antes de hacer la pregunta.

–¿Vas a casarte con Pedro?

–¡No! –exclamó Paula sintiendo cómo el cuenco del puré de patatas se le resbalaba entre los dedos–. ¿De dónde has sacado esaidea?

–Pero te gusta, ¿Verdad?

–Sí. Claro que me gusta. Pero eso no significa que vaya a casarme con él, cariño. Solo somos amigos.

–Solo quería que supieras que no me importaría. Y creo que a Nicolás tampoco. Es mucho más simpático cuando Pedro está cerca.

–De acuerdo. Es bueno saberlo.

–Camila dice que está bien tener una madrastra. La señora Alfonso es simpática con ella y le arregla el pelo y todo.

–Tú ya tienes a alguien que te arregle el pelo –dijo Paula con la esperanza de distraerla–. ¡Yo!

–Lo sé. Pero no tengo a nadie que me enseñe a montar a caballo ni que sepa cómo me siento cuando me da un ataque de asma. Y tú te ríes mucho más cuando está Pedro aquí. Así que, si quisieras casarte con él, no me importaría.

Su hija tomó la tarta de queso que había preparado y la sacó de la cocina. Cuando se marchó, Paula se llevó una mano a la boca. Tenía que poner fin a aquello. Debería haberse dado cuenta de que Melina albergaría esperanzas con respecto a eso. Pedro era el único hombre con el que se había relacionado desde el divorcio, de modo que era lógico que su hija sacara conclusiones equivocadas. Pedro no iba en serio con ella. Aún no sabía por qué parecía querer pasar tanto tiempo con ella, pero seguro que no quería tener nada duradero.

–¿Vamos a cenar o nos vamos a quedar sentados mirando la comida? –gritó su padre desde el comedor.

–Ya voy. Lo siento.

Paula suspiró y agarró el cuenco de la ensalada. Esa misma noche, tenía que encontrar la manera de decirle que aquello era el final. No importaba lo mucho que adorase estar con él, tenía que poner fin a aquello antes de que sus hijos le abrieran sus corazones y sus vidas más aún. Y antes de que ella hiciera lo mismo.

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