miércoles, 2 de octubre de 2019

Deseo: Capítulo 63

Pedro le dió la espalda y se sirvió más whisky, y se sorprendió al ver que le temblaban las manos. Él tenía la culpa de que ella se encontrara en esa situación, pensó amargamente. Ya había tenido un hijo nacido muerto y este embarazo debía hacerle recordar el pasado y tenerla muy asustada. Necesitaba el apoyo de él, no su ira. Pero él no podía ofrecérselo. Le avergonzaba admitir que también estaba asustado, que tenía miedo de que le hicieran daño, como le había sucedido años atrás. Estaba al borde de la desesperación. De nuevo, un hombre la había dejado embarazada y ese hombre no parecía querer ser padre.

–Eres tú quien me ha dejado embarazada, no otro hombre – Paula posó una mano en su vientre con expresión de orgullo maternal–. Dentro de cinco meses vamos a ser padres, será mejor que te hagas a la idea.

Respiró hondo y añadió:

–Si insistes en que nos sometamos a pruebas de paternidad, no tengo ningún inconveniente –cerró los ojos para contener las lágrimas–. Pero me duele que hayas podido creerme capaz de engañarte de esa manera, de hacerte creer que eres tú quien me ha dejado embarazada siendo otro.

–No sería la primera vez que me pasa –contestó Pedro secamente.

–Yo... no sé qué quieres decir.

De repente, sin saber por qué, Paula pensó en la caja que había en la habitación de la abuela de Pedro, la caja con objetos de un niño.

–Tiene que ver con Lucas, ¿Verdad? –supuso ella–. ¿Quién es?

–Yo creía que era mi hijo. Y por ese motivo me casé con su madre.

Lo que no era del todo verdad, reconoció Pedro en silencio. Estaba enamorado de Lara cuando ella le dijo que iba a ser padre y aprovechó la oportunidad para casarse con ella.

A Paula le temblaron las piernas.

–¿Que has estado casado? No comprendo...

Pedro vió a Paula tambalearse. Había palidecido y temió que se mareara. Se maldijo a sí mismo porque, en vez de ayudarla a ponerse cómoda, ni siquiera la había invitado a que se quitara el abrigo.

–Siéntate –dijo él.

Pedro frunció el ceño al ver que Paula no protestaba y la ayudó a quitarse el abrigo antes de empujarla suavemente hasta un sillón. Ella, obediente, se sentó, apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.

Pedro aprovechó la ocasión para observarla. Por primera vez desde que le había dicho que estaba embarazada, pensó en lo que eso significaba. Era más que probable que fuera él quien la había dejado embarazada. Sintió algo en lo más profundo de su ser, pero no sabía qué era. Alargó una mano hacia ella para tocarla el vientre, pero la retiró rápidamente cuando, en ese momento, Paula abrió los ojos.

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