viernes, 1 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 46

Olivia era hija de Pedro, algo que cada día resultaba más evidente. Era muy inteligente, y además poseía talentos artísticos: Dibujaba bien y tocaba estupendamente el piano. En cuanto al físico, su cabello empezaba a ondularse, mientras que el de Paula era completamente liso. Progresivamente se iba pareciendo a Pedro. Él la llamaba regularmente para informarla del número de invitados que acudirían ese fin de semana: la cifra final se quedó en diez, cinco hombres y cinco mujeres. Ellos se alojarían en los aposentos de los trabajadores, incluida la casa de campo, y ellas compartirían las habitaciones de los huéspedes en Bellemont. El sonido de su voz ejercía un efecto hipnótico sobre ella, como si le calentara el corazón. Durante todos aquellos años que estuvo ausente, había sentido su presencia día a día. Tenía la sensación de haberle entregado su alma desde el principio, cuando eran niños, y para siempre. La organización del fin de semana la mantuvo tan ocupada que apenas tuvo tiempo para reflexionar sobre las recientes desgracias que le habían ocurrido. La gente de la localidad mostró un contagioso entusiasmo, aceptando participar en las siembras con la promesa de una barbacoa final al aire libre. Históricamente, los jardines de Bellemont siempre habían constituido una característica inconfundible de la granja. El período de trabajo también le sentó muy bien a Olivia, que poco a poco iba recuperando su buen humor de costumbre.


No hubo necesidad de contratar una empresa de catering. Paula se encargó de la comida y la bebida, recurriendo a una tienda de la localidad que ya conocía. Las mujeres del pueblo se ofrecieron a ayudarla, incluyendo las dos hermanas de Martín, Macarena y Silvana, cuyos maridos también participarían en las siembras. Paula pensó que era como revivir los viejos tiempos. Si al menos pudiera liberar su mente de la carga de dolor y anhelo que soportaba... Nunca había querido más a Pedro.


Pedro y sus amigos aparecieron el viernes por la tarde. Él se presentó en su deportivo acompañado de una mujer regordeta y de mediana edad: Su fiel secretaria Diana. Los otros llegaron todos juntos en un todoterreno, vestidos con cómodas camisas y vaqueros. El cielo presentaba un precioso color malva, y no tardaría en oscurecer. Mientras Olivia corría como una flecha a abrazar a Pedro, Paula esperó durante unos momentos en el porche. Afortunadamente, la mujer llamada Adriana no había hecho acto de presencia. Él la tomó de la mano y le dió un beso en la mejilla.


—Ven a saludarlos. Todo el mundo está deseando conocerte.

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