miércoles, 27 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 30

Nonna frunció el ceño.


–¿Una inglesa? ¿Cómo se han conocido?


–Entró en nuestra propiedad, aunque no sabría decir si sólo quería dar una vuelta o si tenía segundas intenciones.


Ella suspiró.


–Pero sospechas que tenía segundas intenciones, claro.


–Ya sabes que Bella y Leandro tienen problemas. Los tiburones han olido la sangre y serían capaces de hacer cualquier cosa.


–Oh, Pedro… Lo siento mucho. Pensé que habías encontrado a alguien que te gustaba.


Pedro asintió. Nonna, como todos la llamaban cariñosamente, aunque su nombre era Rosario Lucía Leone, estaba impaciente por verlo sentar la cabeza. Quería ver a una nueva generación de niños en la casa. Niños que llenaran las salas con su alegría y sus risas.


–Bella y yo lamentamos haberte decepcionado.


–Qué tontería. No me han decepcionado. Yo sólo quiero que sean felices… ¿Sabes que ya había visto a tu invitada? Estuvo esta mañana en la iglesia.


–¿En la iglesia? ¿Y qué quería?


–No lo sé. Quizás quisiera hablar con el párroco, pero en ese momento estaba ocupado en el confesionario. Yo había ido a poner unas flores bajo la placa de Lucía Mancini y ella se quedó en la entrada y echó un vistazo a su alrededor –respondió Nonna–. Durante un momento, tuve la impresión de que…


–¿De qué?


–De que la conocía. Pero se marchó rápidamente.


–Es curioso que menciones a Lucía. Estuvimos hablando de ella. Le conté que había salvado la vida de mi abuelo y que lo había criado hasta que su padre volvió de las montañas. Paula cree que el pueblo debería erigir una estatua en su honor.


–¿Por salvar a tu abuelo?


–No, por salvar el pueblo.


–Pues no lo entiendo…


–Ten en cuenta que, si mi abuelo no hubiera sobrevivido, Isola del Alfonso no sería el pueblo que es en la actualidad.


–Eso es cierto. Ni sería lo que es ni yo te habría tenido a tí – admitió–. Pero dime, ¿Vas a volver a ver a esa mujer, a la inglesa?


–No lo sé. Ha dicho que ya había visto lo que había venido a ver.


–¿Y qué ha venido a ver?


Pedro se hizo la misma pregunta. No tenía la menor idea. Sólo sabía que Paula Chaves había sacado unas cuantas fotografías de los alrededores, que había comido con él y que, sorprendentemente, había rechazado su oferta de quedarse a dormir. Una oferta perfecta para ella, porque tendría ocasión de echar un vistazo a la casa y a la propiedad. Cabía la posibilidad de que se hubiera equivocado y no fuera una periodista. Cabía la posibilidad de que se hubiera ido por simple miedo, porque se había asustado con el beso y con lo que pasó cuando le ofreció aquella uva. A fin de cuentas, acababa de sufrir una decepción amorosa. Se había separado de ese Tomás y quizás no se sintiera con fuerzas para una aventura. Al pensar en ello, lamentó ser tan desconfiado. 

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