viernes, 8 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 62

Pedro llamó aquella noche, mostrándose muy preocupado cuando Paula le contó la visita que le había hecho Adriana y lo que pretendía hacer.


—Está decidida a «Estorbar nuestros planes», Pedro. Esas fueron sus mismas palabras.


—Te prometo que no lo conseguirá —su tono era una mezcla de furia y determinación.


—En cualquier caso, se lo dije a la madre de Martín.


—¡Dios mío! ¿No podías haberme llamado antes de tomar una decisión semejante, Paula? Deberíamos haber calibrado bien las consecuencias, o las dificultades que eso le habría ocasionado a Olivia.


—Beatríz ya lo sabía —le explicó—. Me dijo que siempre lo había intuido, pero que su amor por Olivia nunca había cambiado.


—Tiene que ser una mujer maravillosa —comentó Pedro al cabo de un largo silencio.


—Lo es —suspiró Paula—. Su reacción me ha quitado un terrible peso de encima.


—Has tenido un día muy difícil —observó Pedro con un tono cargado de comprensión y ternura.


—Lo peor fue decírselo a Beatríz. Pero disfruté echando a la señora Alleman de la propiedad. Como si todavía fuera mía.


—¿Cuánto la deseas?


—¿A qué te refieres, Pedor?


—Me refiero a que el amor por una casa y por una propiedad puede resultar más duradero que el amor por un hombre.


—¿Es un acertijo? —inquirió, vacilante.


—Yo antes pensaba que no, pero ahora no estoy tan seguro. Bellemont es muy importante para tí.


—Y tú también, Pedro —se apresuró a añadir Paula. Ansiaba verlo con verdadera desesperación, sentir sus brazos en torno a su cuerpo...


—No me gusta hacer de segundón —repuso él al cabo de un largo silencio—. No quiero compartirte con nadie. Es justo, después de haber concentrado toda mi pasión en tí.


—Si no hubieras vuelto, ¿Cuánto tiempo habría tenido que transcurrir para que te casaras con Adriana Alleman? —se sorprendió preguntándole.


Siguió otro silencio, al cabo del cual Pedro pronunció con voz profunda e irónica:


—Nunca tuve intención de casarme con ella, Paula. La boda con Adriana no figuraba en mi agenda. Y ella lo sabía.


—Entonces, ¿Cuál es la fuente de esos terribles celos que tiene?


—Su propia naturaleza, supongo. Adriana y yo tuvimos una discusión. Pensé que se había conformado, pero evidentemente me equivoqué. Tú eres la única mujer con quien he deseado casarme, Paula —añadió de pronto—. Y la única mujer con quien me casaré. Espero que lo entiendas bien. En cuanto a Adriana, déjamela a mí. Me aseguraré de que tome conciencia del error tan grave que ha cometido.


—Espero que para conseguirlo no tengas que volver a acostarte con ella —se sintió impulsada a advertirle.


—Hacer el amor contigo excluye toda posibilidad de que lo haga con otra mujer. ¿Todavía lo dudas después de nuestra noche juntos?

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