miércoles, 27 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 28

Pedro se levantó y añadió:


–Graziella la llevará a una habitación donde podrá dormir.


–No, gracias.


Paula no tenía sueño. La adrenalina inundaba sus venas, y su piel estaba tan sensible que cualquier brizna de aire se la ponía de gallina. Necesitaba marcharse. Primero había sufrido un vahído por un beso y después, estaba a punto de sufrir otro por chupar los dedos a su anfitrión. Era muy extraño. Tenía que volver a Roma antes de hacer algo verdaderamente estúpido.


–La comida estaba excelente, Pedro, pero será mejor que me vaya.


Pedro no quiso presionarla.


–Está bien. Como guste.


Paula ya se había levantado cuando él añadió:


–Sin embargo, no puedo permitir que vuelva en tren.


–¿Cómo?


–Si no quiere esperar a la noche para volver conmigo…


–No se preocupe por mí. Estaré bien.


Pedro siguió hablando como si ella no hubiera dicho nada.


–Pondré el chófer de Bella a su disposición, para que la lleve a Roma.


–¿El chófer de Bella? Pero, ¿No había dicho que no estaba aquí?


–Y no lo está. Federico se disfrazó de mi prima para que los periodistas nos siguieran a nosotros. Fue bastante fácil. Con un poco de maquillaje y una peluca, se parece muchísimo a ella.


–¿Federico se disfrazó de Bella? Será una broma…


–No, en absoluto. Sólo tuvimos que completar el disfraz con unas gafas de sol y el abrigo que le va a regalar a esa chica. Como ha visto, es muy guapo. Da el pego.


Paula sonrió a su pesar.


–Ahora lo entiendo… Cuando me crucé con él, me pareció que tenía unos labios más rojos de lo normal. ¡Se había puesto carmín!


–Tuvo que ponérselo para engañar a los paparazzi que estaban en la calle cuando nos dirigimos al coche. Pero no se preocupe. La seguirán, pero el coche tiene ventanillas ahumadas y no podrán fotografiarla.


–Entonces, ¿Por qué me van a seguir? Seguro que lo saben…


–Pero también saben que Bella adora la publicidad y que no suele rehuir a la prensa. Por eso les da el esquinazo con tanta facilidad cuando se lo propone –explicó–. En cuanto vean que el coche se pone en marcha, los periodistas la seguirán hasta Roma y usted nos habrá hecho un favor a mí y a todos los habitantes del pueblo.


–Vaya… Espero que también me dediquen una estatua.


–O una placa, por lo menos. Pero, ¿Está segura de que se quiere ir? No ha tenido tiempo de ver nada…


–He visto suficiente –dijo ella mientras recogía el bolso y la pamela–. Incluso he visto más de lo que imaginaba… Ha sido muy amable conmigo, Pedro. Gracias por todo.


–No hay de qué.


Pedro cruzó con ella el jardín y la llevó al garaje, que estaba a cierta distancia de la casa. Al verlos, el conductor abrió la portezuela a Paula y se sentó al volante para dejarles un momento a solas. 

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