miércoles, 6 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 57

 —Tienes una visita, Paula. Te espera en el porche.


—¿Te ha dado su nombre, Francisco? —le preguntó con cautela, saliendo del edificio. No esperaba a nadie.


—Solo me dijo que te conocía —Francisco se encogió de hombros.


Paula no sabía por qué, pero tenía un mal presentimiento. Y acertó. Adriana, sentada tranquilamente en el porche, la saludó con una sonrisa al verla acercarse.


—Buenos días. Pasaba por aquí y se me ocurrió venir a verla.


—¿Sabe una cosa? —Paula decidió ir directamente al grano—, Pedro nunca me lo dijo, pero tengo la sensación de que fue usted quien le envió ese terrible anónimo a mi difunto padre.


Adriana la miró como si se hubiera vuelto loca.


—Permítame darle el pésame. Yo sufrí mucho por la pérdida de mi padre. Lo quería mucho —se levantó, avanzando hacia ella con la mano tendida—. No nos conocemos formalmente, me temo. Me llamo Adriana Alleman. Soy una buena amiga de Pedro.


Paula se negó a estrecharle la mano.


—¿Señora o señorita Alleman?


—Señora Alleman —respondió Adriana con burlona expresión—. Soy viuda, como usted —la miró de pies a cabeza—. Debo decir que es usted muy hermosa. Incluso en camiseta y vaqueros. Puedo entender por qué Pedro ha intimado tanto con usted...


—¿Le importaría decirme, señora Alleman, qué es exactamente lo que ha venido a hacer aquí? —le preguntó Paula, tensa.


—¿Puedo sentarme?


—Sí, pero por poco tiempo —se sentó en una de las dos mecedoras, frente a ella.


—Qué extraño me resulta estar hablando con usted —comentó Adriana—. He estado ensayando mentalmente muchísimas veces esta entrevista.


—No puedo creerlo —respondió Paula—. Perdóneme, pero no puedo verla más que como una enemiga mía. No ha negado haber enviado ese anónimo a mi padre, ¿Verdad?


—¿Qué sentido tendría? Usted ya me ha condenado. Aunque no puedo negar la certidumbre de aquel refrán, ya sabe: Todo vale en el amor y en la guerra.


—Pues creo que eso no la ha beneficiado en nada. Pedro estaba muy disgustado y enfadado con usted. Él desprecia esos métodos y no tiene tiempo para la gente que se sirve de ellos.


—Él me amaba —replicó Adriana.


—¿Se lo dijo él mismo?


—Cada vez que hacíamos el amor. Incontables veces. Es un amante maravilloso, ¿Sabe usted? Tan apasionado e imaginativo... —un ligero temblor de su voz desmintió su desafiante comportamiento.


—Siento lo mucho que parece haberle afectado esta situación — murmuró Paula.


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