viernes, 1 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 48

En ese momento Pedro se percató de la consternada expresión de Paula, pero no le dijo nada hasta que terminaron de acostar a Olivia. Una vez en el pasillo, la tomó del brazo para obligarla a que lo mirara.


—¿Entonces Martín lo sabía?


—No. Lo que pasa es que no solía expresar su afecto.


—¿Cuando literalmente estaba loco por tí? Me extraña —sacudió la cabeza, disgustado—. ¿Tan cobarde eres que no quieres contarme la verdad?


—¿Es que quieres que iniciemos una discusión con la casa llena de invitados?


—Curiosamente, en este mismo momento no me importaría. ¿Olivia fue muy desgraciada con él? ¿Te amaba a tí y despreciaba a mi hija? —le preguntó, furioso.


—Ahora no quiero hablar de esto, Pedro —protestó, con el corazón acelerado.


—¿Porque no te atreves?


—No cuando me estás poniendo una pistola en la cabeza.


—Si hay alguien cruel aquí, esa eres tú, Paula —rió, irónico.


—Tienes que poner fin a esto, Pedro —muy a su pesar, se sentía físicamente atraída hacia él de una manera irresistible.


—¿Por qué? —como siempre, se sentía capturado en su aura, cautivado por su belleza.


—No quiero que me castigues así.


—Entonces, ¿Qué es lo que podría compensarme de todo el dolor que me has infligido? —se burló—. ¿Podría ir más tarde a tu habitación? ¿Quitarte ese vestido? ¿Podría hacerte el amor hasta que me gritaras que te diera lo que quieres, lo que necesitas?


Sus palabras no hacían sino aumentar el ardor que se extendía por todo su cuerpo.


—Tú quieres una amante, no una esposa —repuso con amargura.


—En tí puedo tener las dos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estuvimos juntos?


—No lo recuerdo.


—Yo te lo diré —rio sin humor—: Seis años, nueve meses y trece días. Eso es mucho tiempo para desear una mujer como yo te deseo a tí. Es como una implacable obsesión. Suficiente para que desee librarme de ti de una vez por todas.


Aquella hostilidad era algo terriblemente nuevo para Paula.


—Pero no puedes, ¿verdad? Porque quieres a Olivia.


—Por supuesto. Ese es el porqué. Están muy lejos los días en que nuestra relación era perfecta.


Paula parpadeó para contener las lágrimas, y él la tomó de la barbilla, besándola apasionadamente en los labios.


—Duerme conmigo —le espetó, atrayéndola hacia sí.


—Tú me desprecias —repuso ella—. ¿Crees que no puedo leer ese desprecio en tu mirada?


—Sí, ese es uno de tus numerosos talentos. Te juro que si no vienes tú a mí, yo iré a tí —sus ojos brillaban como diamantes negros en un rostro de bronce.


—Debo de haber estado loca para haber permitido esta situación —pronunció, desesperada.


—Te vuelves loca en mis brazos.


—No, Pedro. Tengo que encontrarme a mí misma. Y no perderme en tí.

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