lunes, 25 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 24

 –Lo cual indica que no todas las piedras son malas.


–Las piedras son sólo piedras, Pedro. Pero es verdad que cualquier cosa puede ser determinante en la vida.


–¿Por eso ha venido a Italia? ¿Porque tropezó con una piedra?


–No fue exactamente una piedra; ni fui yo quien tropezó. Digamos que el hombre con quien me iba a casar se tropezó con una roca de tamaño considerable… Con una roca que se llama Micaela. Ahora, ella se ha quedado embarazada y yo estoy aquí.


Él la miró con detenimiento. Era evidente que aquel asunto le dolía, pero Paula Chaves mantenía el control de sus emociones. No corría el peligro de quedarse a solas con una mujer que rompería a llorar en cualquier momento.


–Debe de ser una mujer enorme.


–¿Qué?


–Ha dicho que es una roca de tamaño considerable.


–Hablaba metafóricamente –protestó.


Pedro soltó una carcajada.


–Lo sé, lo sé. Es que no me he podido resistir a la tentación de reírme un poco a costa de esa mujer. Ya sabe, las rocas son grandes, redondas, pesadas… Y no me ha parecido que eligiera esa metáfora por casualidad.


–Pobre Micaela. No, sólo quería decir que Tomás tuvo un tropiezo y que…


–Y que Micaela, que ya estaba bastante gorda, terminó con un estómago redondo como una sandía.


Esta vez fue Paula quien rió. 


–Basta, Pedro. Deje de reírse de ella.


–¿Por qué? ¿A qué vienen tantos remilgos? Al fin y al cabo, esa mujer le robó a su hombre. No tiene por qué ser tan… positiva – ironizó.


 –¿Positiva? ¿Yo? Eso es un golpe bajo.


–Está bien, retiro lo dicho. Pero recuerde que esto es Italia, no Gran Bretaña. Aquí puede mostrar sus emociones. Aunque prefiera expresarlas con metáforas –comentó–. Admita que le gustaría arrancarle los ojos a esa mujer.


Paula sacudió la cabeza.


–No, no es cierto. No lo hizo a propósito. No trazó un plan para robarme a Tomás. Se echaron una simple mirada y…


–Ah, la dulce y positiva Paula Chaves–la interrumpió–. Dígame una cosa, ¿Siempre se rinde sin pelear antes?


–No, por supuesto que no.


–Pero ese hombre le interesaba…


–Sí, en efecto.


–¿Hasta qué punto? Es decir, ¿Se interpuso entre ellos y luchó con uñas y dientes? ¿O los metió en la cama, los tapó un poco y les sirvió un chocolate caliente para que estuvieran más cómodos? –se burló.


–¡Basta ya! Tomás me importaba mucho, pero…


–No hay peros que valgan, Paula. Enfádese. Maldiga a su ex. Insulte a esa mujer. Sé que lo está deseando… Le prometo que no se lo diré a nadie.


Ella chascó la lengua y dijo:


–Bueno, es verdad que Micaela debería perder unos cuantos kilos.


Pedro pensó que no había sido precisamente el comentario de una tigresa, sino más bien el de una gatita. 

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