viernes, 15 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 2

 –No, no me engañó –continuó–. Además, no voy a perder nada. Bien al contrario, estoy ganando una nueva vida. ¿No fuiste tú quién me animó a tomarme un año de vacaciones y a viajar un poco antes de sentar la cabeza?


–Sí, fui yo, pero cuando tenías dieciocho años –puntualizó él–. Y tú no te vas ni de vacaciones ni a viajar.


–Porque ya no tengo edad para ir por ahí con una mochila – bromeó–. Pero así tendré lo mejor de los dos mundos… Un gran trabajo y en un lugar magnífico. Sólo espero estar a la altura de las referencias que me ha dado el director del Maybridge.


Su bisabuelo hizo un gesto de desdén.


–Por supuesto que lo estarás. Pero, ¿No crees que el idioma será un problema?


–Es un colegio internacional –le recordó–. Los alumnos son hijos de diplomáticos, funcionarios de Naciones Unidas y extranjeros que viven en Roma.


Roma. Paula lo pensó de nuevo. Iba a estar a mil trescientos kilómetros de su hogar. O más bien, de un lugar donde su vida era inseparable de la de Tomás. Siempre había sido así. Tomás y Paula. Desde que ella empezó a trabajar en el instituto Maybridge; desde que le tiró un café al gigante rubio que dirigía el departamento de deportes y que, en lugar de reaccionar de mala manera, le dedicó una sonrisa y un destello de sus ojos azules. Ella se ofreció a lavarle la camisa. Tomás dijo que se contentaba con una invitación a tomar una cerveza. Y el mundo de Paula siguió perfectamente encarrilado hasta una mañana de enero, cuando llegó una profesora nueva, Micaela. Fue como ser testigo de un accidente de tráfico sin poder hacer nada para impedirlo. Aún recordaba el silencio que se hizo de repente en la sala de profesores. Tom, que siempre era muy amable con los empleados nuevos, se levantó para estrecharle la mano. El contacto sólo duró un par de segundos, pero Paula notó que en sus ojos y en los de Micaela ardía una chispa de deseo. Y su mundo se hundió.


–Haré amigos enseguida –continuó–. Dar clases no es como trabajar encerrado en un despacho… Y estaré en Roma. Una de las ciudades más interesantes del mundo.


De repente, Paula había dejado de ser la pobrecita por la que todos sus colegas sentían lástima y se había convertido en la profesora más envidiada. Incluso el director le propuso que escribiera un blog con sus experiencias en Italia.


–Sé que han sido unos meses duros para tí –le había dicho el director–, pero te sentirás mejor tras el cambio de aires. Espero que vuelvas con nosotros el año que viene.


–No me necesitas a mí. Necesitas a Tomás. Deberías llamarlo.


–Sabes que no puedo hacer eso. Si lo llamara, todo el mundo llegaría a la conclusión de que te he echado para que él pudiera volver. ¿Y en qué lugar quedaría yo?


Paula pensó que quedaría en mal lugar. Por eso le había ofrecido que escribiera un blog. Para dar la impresión de que seguía trabajando para el instituto. Y ella había aceptado. Aunque no sabía por qué. Tenía la seguridad de que no les interesaría ni a los profesores ni a los alumnos. Pero eso era lo de menos en ese momento. Ahora Pero eso era lo de menos en ese momento. Ahora estaba con Alberto, su bisabuelo.


–Roma no está tan lejos. Vendré a verte con tanta frecuencia que te hartarás de mí. Vendré cada vez que me den vacaciones.


–¿Para qué? ¿Para ver a un viejo? No malgastes tu tiempo y tu dinero. Disfruta de Italia mientras tengas la oportunidad.


–Oh, vamos, tendré tiempo de sobra para verlo todo…


–Nunca hay tiempo de sobra –le advirtió–. La vida se pasa muy deprisa, Paula. Hazme caso… aprovecha hasta el último segundo. 

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