miércoles, 6 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 60

 —¿Paseamos por el jardín? —le propuso Beatríz, tomándola del brazo—. ¿Qué es lo que te preocupa? Estás muy pálida, querida. Los últimos tiempos no han resultado nada fáciles para ninguna de las dos.


—Esa es la razón principal por la que no quiero disgustarte más —repuso la joven, consternada.


Beatríz desvió la mirada hacia la hermosa vista que ofrecían los jardines.


—Estamos muy unidas, ¿verdad, Pau?


—Te quiero mucho, Valerie. Pero he estado viviendo una mentira de la que me culpo sin cesar. No puedo soportarlo más.


—¿Por qué no me lo cuentas? —le sugirió Beatríz mientras se sentaban en un banco de piedra.


—Beatríz... —vaciló por un momento—... tengo que decirte que Olivia no es...


—¿La hija de Martín? —la interrumpió con voz suave, pero enfática—. ¿Por qué has escogido decírmelo ahora?


—¿Has oído lo que acabo de decir, Beatríz? No pareces asombrada.


—¿Qué es lo que podría tener de asombroso, querida? Creo que siempre lo he sabido. Y desde luego mucho antes que Martín.


—¿Y nunca dijiste nada? —Paula la miraba atónita, mordiéndose el labio.


—Nunca tuve la certeza absoluta. Además, ya quería muchísimo a nuestra pequeña Olivia. No podía herirla. Ya ves la relación que comparten las niñas. Forman una familia.


—¿Qué puedo hacer? —inquirió Paula con voz entristecida.


—Enfrentarte a la verdad —respondió Beatríz—. Es la hija de Pedro, por supuesto.


—Sí —bajó la cabeza—. Y yo nunca me atreví a decírselo.


—Conservo un claro recuerdo de su madre. Me la encontré algunas veces en el pueblo. Era muy callada y reservada. Tenía un rostro característico, y unos ojos que no se olvidan fácilmente. Los mismos ojos de Olivia.


—No espero que me perdones, Beatríz.


—Claro que te perdono, Paula —le dió una palmadita en el brazo—. Es a tu padre a quien no puedo perdonar. Quizá, en cierta forma, yo misma te presioné demasiado con mis propias esperanzas. Soñaba con que Martín y tú llegaran a casarse algún día. Eso tal vez habría llegado a suceder algún día, de la forma que yo deseaba, si Pedro Alfonsono hubiese aparecido. No te culpo, Paula, por amarlo. Es un nombre maravilloso. Supongo que se habrá enterado hace poco de lo de Olivia...


—Sí. Yo solo quería honrar mi matrimonio, Beatríz. Había un precio a pagar.


—¿Incluso cuando tu padre y Martín manipularon la situación para sus propios fines? —le preguntó ella, mirándola a los ojos—. Martín se arrepintió terriblemente de haber hecho aquello. Me confió su participación en la expulsión de Pedro del pueblo. No te equivoques: Tu padre estaba absolutamente dispuesto a encarcelar a un hombre inocente en caso de que no aceptara su ultimátum — se interrumpió por un momento—. No quiero hablar mal de tu padre, Paula, pero tienes que ser consciente de lo que hizo. Él sabía que no podría seguir controlándote si te casabas con un joven tan dinámico como Pedro Alfonso. Le resultaba mucho más fácil y manejable mi pobre Martín, porque carecía de fuerza. Llegó a ser, incluso ante mis ojos, un peón de tu padre. Las cosas habrían sido distintas si mi marido hubiera vivido. ¡Seguro que sí! —Beatríz sacudió la cabeza, apesadumbrada.


—Todo esto es tan triste... —pronunció Paula, acongojada.


—Pero debemos superarlo —repuso la mujer con firmeza. No había frialdad, resentimiento o venganza alguna en su actitud—. Y ya no puede seguir siendo un asunto privado, ¿No te parece, Paula? Un hombre como Pedro Alfonso querrá reconocer a su hija. Y, por supuesto, tú debiste haberte casado con él. Eso es algo que nunca comprendí.


Paula empezó a llorar y Beatríz le pasó un brazo por los hombros.


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