miércoles, 20 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 13

A Paula le sorprendió que la casa fuera suya. No encajaba en la imagen de un ejecutivo de mediana edad con una casa de campo.


–Es una casa encantadora. Y las vistas son preciosas –explicó–. ¿Es que he cometido algún delito? Pensaba que hacer fotografías desde un camino público era perfectamente legal.


–Creía haber dejado claro que ese camino no es público. Forma parte de mis propiedades, señorita.


–¿Y por qué no ha puesto un cartel? En estos casos, se pone un cartel para que la gente sepa que no se puede pasar –alegó ella–. En fin, devuélvame el teléfono móvil y borraré las fotografías de inmediato.


–No es necesario. Ya las borro yo.


–Pero…


–No recibimos muchas visitas en Isola del Serrone –la interrumpió–. Sobre todo, de ciudadanos ingleses.


–¿Ah, no? Bueno, no puedo decir que me sorprenda. Tal vez recibieran más visitantes si fueran más amables con ellos.


Él sonrió.


–Y dígame, ¿Hasta qué punto quiere que sea amable?


–Hasta ninguno.


Él se encogió de hombros y la miró con desconfianza. Evidentemente, no creía que se hubiera acercado al pueblo y mucho menos a su casa para disfrutar de las vistas.


–No estamos en la guía turística, señorita.


–¿Y qué? Yo no soy una turista.


–¿No? Entonces, ¿Qué está haciendo aquí? 


Paula estudió su cara con detenimiento. Tenía el cabello de color negro, rizado. Su piel era dorada, sus pómulos parecían esculpidos en piedra y su nariz resultaba tan romana que podría haber sido la de una estatua. Era extraordinariamente guapo. Y extraordinariamente arrogante. El tipo de hombre contra el que su madre le habría advertido. En lugar de contestar a su pregunta, cambió de conversación. Podría haberle dicho la verdad, pero pensó que no era asunto suyo.


–¿Sabe que me tiene en desventaja?


–Por supuesto.


–Ha leído los mensajes de mi teléfono móvil y sabe cómo me llamo. Pero no yo conozco su nombre.


–No me diga… –ironizó–. En tal caso, permítame que me presente. Io sono Pedro Alfonso, signora Chaves.


–¿Alfonso? –preguntó con interés–. Supongo que eso quiere decir que nació aquí, en el pueblo…


–Supone mal. Yo nací en el norte de Italia, pero mi familia es de Isola del Alfonso –puntualizó Pedro–. Y ahora que ya sabe mi nombre, ¿Le importaría responder a la pregunta que he formulado antes?


–Faltaría más. Un conocido mío estuvo en su pueblo hace muchos años y quedó tan impresionado con la hospitalidad de sus gentes que decidí acercarme y comprobarlo en persona –contestó–. Por cierto, ¿Sabe que habla mi idioma maravillosamente bien?


Él sonrió.


–Y usted, ¿Sabe que tiene una increíble capacidad para cambiar de conversación?


–No crea; no es para tanto. Pero lo he dicho en serio. Además de hablar bien mi idioma, lo habla con tanta naturalidad como ironía.

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