miércoles, 27 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 26

 –Soy profesora de Historia en un colegio que imparte las clases en inglés.


Pedro arqueó una ceja.


–Ah, es cierto. Ya me había comentado que estudió Historia.


–Sé que parece incongruente. Venir a Italia a dar clases de Historia es como ir a Newcastle a vender carbón.


–¿Newcastle? ¿Carbón? –preguntó sin entender nada.


–Sólo es una metáfora. Newcastle es una localidad del norte de Inglaterra que tenía muchas minas de carbón.


–Entiendo… Pero de todas formas, dijo que estudió Historia moderna, no antigua.

 

–Sí, eso me temo. Nada que ver con la Roma clásica.


–¿Y le gusta? 


–Mucho.


–Pero supongo que extrañará a su familia y a sus amigos – afirmó.


–No tanto. Estamos en contacto todo el tiempo. Nos enviamos mensajes de correo electrónico o hablamos por teléfono o por Skype.


–Pero no es lo mismo. Un mensaje o una llamada no dan abrazos.


Ella rió.


–Tiene toda la razón; pero siempre quise viajar… Cuando salí del instituto, consideré la posibilidad de tomarme un año libre antes de ir a la universidad. Al final, decidí estudiar primero y dejar los viajes para más tarde.


–Pero las cosas se complicaron.


–En efecto. Terminé los estudios y planeé el viaje. Pero entonces, me ofrecieron un trabajo magnífico y conocí a Tomás.


–Y todo fue bien hasta que Tomás tropezó con esa roca.


Paula volvió a reír.


–Sí, más o menos. En cualquier caso, me pareció un buen momento para volver a mis planes antiguos. Firmé un contrato con una agencia que buscaba profesores para dar clases en colegios del extranjero y hasta conseguí una carta de recomendación del director… Una carta llena de elogios, como si ardiera en deseos de que me marchara –ironizó–. Pero no me extraña. Tomás también era profesor en el instituto. Un profesor muy querido.


–De manera que tuvo que renunciar a su empleo porque su ex trabajaba en el mismo lugar… –comentó– Me parece injusto. Debería haber renunciado él.


–Y lo hizo. Pero Tomás era el jefe del departamento de deportes y los chicos lo adoraban. Además, yo era quien siempre quiso viajar.


–¿Insinúa que se marchó para que Tomás pudiera volver? – preguntó con una sonrisa–. Ah, veo que me he equivocado con usted, Paula Chaves… No es tan encantadora y positiva como yo creía.


–¿Ah, no?


–Claro que no. Cada vez que su Tomás vaya al instituto, recordará que tiene su empleo gracias a usted. Y Micaela pensará lo mismo. Y no lo podrá soportar. Más tarde o más temprano, le pedirá que cambie de empleo y Tomás la culpará a usted. Es absolutamente maquiavélico.


–No, no, yo no pretendía eso.


A pesar de su rápida negativa, Paula no lo tenía tan claro. Quizás fuera cierto. Afin de cuentas, había imaginado mil veces a Tomás en los corredores del instituto, echándola de menos y lamentando el error que había cometido al abandonarla. 

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