viernes, 1 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 47

Sintió el ligero temblor de su mano y se la apretó, infundiéndole confianza. Llevaba un vestido veraniego de color turquesa, a juego con sus ojos. Era tan hermosa que la sangre le ardía cuando la miraba. Diana, algo intimidada ante el lujoso ambiente que la rodeaba, pensó que la joven que se acercaba a ella de la mano de Pedro era el sueño de cualquier hombre. O al menos parecía serlo. No necesitaba que el propio Pedro le confirmara que aquella era la mujer de su vida. Pero quedaban algunos misterios sin resolver. Por ejemplo, ¿Quién era aquella niña que se parecía tanto a la madre de él? Paula no tardó en contagiarse de la alegría y el entusiasmo de los amigos de Pedro. Poco después todo el mundo ya estaba instalado. Diana ocupó una encantadora habitación con vistas a los jardines, para ella sola, y Norberto Gedder, un viudo de mediana edad, antiguo profesor de Pedro, recibió el dormitorio contiguo. Paula tuvo la impresión de que Pedro quería facilitar un romance entre Diana y Norberto. Ella misma había observado cómo se iluminaba el rostro de Diana cuando él se volvía para hablar con ella. Les deseaba buena suerte. La vida no era nada sin el amor.


—¡Qué bien! —no cesaba de exclamar Olivia, entrando y saliendo de cada habitación—. Me encanta tener invitados.


—¡Qué niña más maravillosa tienes! —le comentó en cierto momento Diana a Paula, sonriendo—. Me ha dicho que tocará el piano para mí antes de la cena.


—Es muy capaz de hacerlo —le sonrió Paula—, pero no voy a dejar que te monopolice, Diana. Así que no te preocupes.


—¡Como si eso me preocupara! Me encantan los niños. Nunca me casé, claro. Tuve algunas ofertas pero...


—Pedro me comentó que tenías una madre inválida —le comentó con tono suave.


—La quiero mucho. Y fue Pedro quien nos facilitó muchísimo la vida. Bendigo el día en que abandoné un trabajo seguro para seguirlo. Es un genio. Y lo que es mucho más importante: Tiene un corazón de oro.


Diana estaba convencida de que Pedro y Paula se amaban. No le cabía la menor duda sobre ello. ¿Pero cómo podía aquella dulce criatura, con una sonrisa tan conmovedora y tan evidentemente ligada a Pedro, haberse casado con otro hombre? Paula había dispuesto la cena en la terraza cubierta, frente a una magnífica vista de la piscina y del río que atravesaba la propiedad. Los invitados fueron recogiendo sus platos y tomando asiento en torno a las numerosas mesas redondas. Olivia estaba eufórica, pero a las ocho Paula se levantó para recordarle que ya era hora de acostarse.


—¿Me subes a mi habitación? —le pidió a Pedro cuando se lo encontraron en el pasillo.


—¡Enséñame el camino! —exclamó, levantándola en brazos y siguiendo a Paula escaleras arriba.


—Me gustaría que te quedaras aquí para siempre, Pedro —le confesó la niña—. Eres la primera persona que me sube en brazos a la habitación, aparte de mamá cuando yo era pequeña...


—Lo que pasa es que pesas un poquito... —simuló tambalearse, como si pesara demasiado.


—Papá nunca hacía esto...

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