viernes, 15 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 4

Paula alcanzó la caja y echó un vistazo a la cartulina negra que forraba el fondo del recipiente.


–¿Quieres que lo saque?


–Sí, eso he dicho.


Paula sacó la cartulina y se llevó una sorpresa al ver que, debajo, había una fotografía.


–Compréndelo –dijo Alberto–. La escondí ahí porque no quería que tu bisabuela la encontrara y se llevara un disgusto.


Ella miró la imagen con detenimiento. Era una vieja foto en blanco y negro de una joven de cabello oscuro, cejas oscuras, ojos oscuros y almendrados y una boca grande y sensual que sonreía. La foto estaba rota en varios pedazos, pero alguien la había pegado con celo. Paula supuso que su bisabuela la habría roto y que Alberto la habría pegado y escondido después.


–Era realmente preciosa –dijo Paula con un nudo en la garganta–. Debió de ser una situación muy difícil…


Alberto asintió.


–Difícil, sí. Pero también maravillosa.


La joven de la imagen estaba sentada en un muro de piedra. Su cabello brillaba bajo el sol. A su espalda se veían los restos de una casa que, por su tamaño y estructura, parecía haber sido una mansión muy elegante. En ese momento, Paula supo que su bisabuelo no había exagerado nunca. Su relación con Lucía había sido tan romántica como real y desesperada. Aquella mujer había arriesgado la vida por salvar a un desconocido.


–Debí volver cuando la guerra terminó –le confesó Alberto–. Pero yo tenía esposa y un hijo…


La voz de Alberto se apagó en un silencio triste. Paula tomó a su bisabuelo de la mano y dijo:


–No te castigues por eso. El mundo estaba en guerra.


–Sí, claro, la guerra… Lucía se jugó la vida por salvarme, paula; pero cuando los aliados llegaron a Roma, salvarme, , ni siquiera tuve ocasión de despedirme. Volví a casa. Volví con una mujer que ya me daba por muerto.


–¿No recuperaste el contacto? –preguntó–. Después de la guerra, quiero decir.


–Le escribí varias veces y le envié dinero… Le dije que, si necesitaba algo, lo que fuera, me lo hiciera saber. Pero no me respondió nunca. Al final, dejé de enviarlas porque pensé que el dinero y las cartas de un piloto inglés le podían complicar la vida.


Alberto sacudió la cabeza y siguió hablando.


–Por entonces, tu bisabuela se había quedado embarazada de tu abuela y yo casi no tenía tiempo para pensar. Como sabes, estudiaba y trabajaba a la vez.


Paula se preguntó si Lex se arrepentía de haber llevado la vida que había llevado. Y Alberto debió de adivinar sus pensamientos, porque dijo:


–Fue una buena vida.


–Lo sé.


Entonces, ella dió la vuelta a la fotografía y leyó lo que ponía en la parte de atrás.


–«19 de junio de 1944. Isola del Alfonso».


–Si Lucía sigue viva, tendrá ochenta y tantos años.


–Sería prácticamente una niña en comparación contigo–bromeó Paula–. Deberías buscarla y recuperar el contacto. 

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