viernes, 29 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 32

 –Era una uva muy grande –respondió con humor– . Hoy he estado de excursión en el campo.


–¿Y adónde has ido?


Paula sacó el teléfono móvil, buscó las fotografías que había hecho y contestó:


–Aquí, a Isola del Alfonso.


–Ah, vaya… ¿Has probado sus vinos? Son excelentes.


–Sí, los he probado. Y tienes razón, lo son.


–Tan excelentes como Isabella Alfonso–comentó el camarero–. ¿Sabes que su familia vive allí?


–Cómo no lo voy a saber… He comido con su primo, Pedro Alfonso.


Él la miró con asombro.


–¡Vaya! No sabía que tuvieras contactos en la alta sociedad.


–No es para tanto –dijo ella, restándole importancia–. Pero me temo que no he llegado a conocer a Isabella. ¿Es tan bella como dicen?


–¿Tan bella? Es bellísima… Tiene una sonrisa verdaderamente hermosa –contestó con vehemencia–. Cuando sonríe, te sientes como si estuvieras volando. Te sientes como si te hubiera besado.


Justo entonces, entró un cliente nuevo y Angelo la tuvo que dejar. Paula siguió mirando las fotografías y se detuvo en la que Pedro le había sacado. Casi no se reconoció. Sus ojos brillaban, su boca parecía rogar un beso y su cuerpo se inclinaba hacia delante como ofreciéndose a él. Se ruborizó. Ahora entendía que Pedro le hubiera ofrecido que se quedara en su casa a pasar la noche. Seguramente había pensado que lo deseaba. Y cuando recibiera la postal, estaría absolutamente seguro de ello.



Pedro descubrió la página web del colegio internacional donde Paula daba clase y, por supuesto, se puso a investigar. Paula Chaves había sido jefa del Departamento de Historia del Instituto Maybridge y ahora estaba en Roma, cubriendo la baja temporal de una profesora que acababa de ser madre. Tras admirar la fotografía de su ficha profesional, que era la de una mujer segura y fría, radicalmente distinta a la que había conocido aquella tarde, buscó la página web del Instituto Maybridge y repitió la operación. Había dejado caer que el director de su antiguo instituto estaba deseando que se marchara, pero Pedro no se llevó esa impresión. Todo lo que se decía sobre ella eran halagos, e incluso habían añadido un enlace a un blog que aparentemente estaba escribiendo en Roma y que se llamaba Italiano para principiantes. Pulsó el enlace y empezó a leer. Tardó poco en descubrir que ella adoraba la Historia antigua y que sabía mucho de los romanos. Incluso se preguntó si escribiría algo sobre su viaje a Isola del Alfonso y su aventura con uno de sus habitantes. 

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