miércoles, 6 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 56

 —No puedo moverme —gimió.


—No te preocupes. Yo te llevaré.


Pedro la levantó en brazos como si fuera una pluma, y la llevó por el pasillo hasta su dormitorio, donde la tumbó sobre la cama. La misma habitación donde habían hecho el amor hacía tantos años.


—Bésame —le suplicó, abandonadas las defensas que había erigido con los años. 


Aquel era Pedro, la persona que, con su hija, significaba para ella más que cualquier otra en el mundo. Se inclinó sobre ella, conmovido tanto por su belleza como por su expresión infinitamente tierna. Empezó a acariciarle los labios con los suyos, profundizando su beso. El corazón le latía acelerado, su cuerpo tomaba el control de su persona. ¿Cómo podía alguien pervertir su amor? Paula suspiraba suavemente bajo sus manos, mientras se dejaba desvestir... ¿Cuántas veces había soñado con ese momento? Finalmente el cuerpo desnudo de Paula quedó expuesto a la luz de la lámpara de la mesilla, y Pedro se sentó, inmóvil, para admirar su piel brillante y luminosa, sus finos y delicados hombros, sus senos altos y erguidos. De pronto, ya no pudo dominar su avidez. Fue como una llama cegadora, un campo de fuerza, algo que inevitablemente terminó por apoderarse de los dos. Él comenzó a desnudarse, mientras se imaginaba explorando aquel cuerpo hasta la saciedad. Esa noche borraría de su mente todos los recuerdos del pasado. Había vuelto para reclamar a su mujer. Y a su hija.



Todo el mundo estaba cambiando su percepción sobre Bellemont Farm. Los viñedos estaban empezando a extenderse y a desarrollarse como nunca antes lo habían hecho. Se había llamado a expertos para que decidieran la mejor localización de una nueva bodega, y se estaban acometiendo nuevas y ambiciosas obras de remodelación. Pedro seguía confiando plenamente en Paula para la realización de los trabajos. Y todos los trabajadores habían empezado a acostumbrarse a verla todos los días en los viñedos, inspeccionando los cultivos sola, o acompañada de Francisco o de Lucas Schroeder. A menudo se detenía a charlar con algún trabajador, o se la podía ver en los pasadizos subterráneos de la bodega. Pedro se mostraba muy dispuesto a desarrollar el  Rhine Riesling, que Paula también prefería al Chardonnay, la elección comercial de su padre. Ya habían comenzado las negociaciones para adquirir Sevenhill Farm, al oeste de Bellemont: Una propiedad de cerca de ochenta hectáreas dedicada tradicionalmente a la producción de vinos de postre. La escuela de equitación también mantenía muy ocupada a Paula. Estaba previsto que la escuela ofreciera clases de montar, adiestramiento de caballos, exhibiciones de saltos y carreras. De toda la gente que Paula había entrevistado, Pedro había dado el visto bueno a tres de los solicitantes, dos mujeres bien cualificadas y un joven al que ella conocía de tiempo atrás, un brillante jinete que había sido seleccionado para el futuro equipo olímpico. Cuando dispusiera de tiempo, pensaban visitar varias cuadras con el fin de comprar caballos para Bellemont. Paula estaba hablando con el supervisor responsable de restaurar la pista interior de dimensiones olímpicas, cuando la llamó Francisco.

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