viernes, 22 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 19

Y durante unos segundos, había faltado poco para que se dejara engañar por su apariencia inocente. Porque los inocentes no besaban así, con tanta pasión. Porque las mujeres no aparecían de repente en la propiedad de un hombre y se entregaban a él de inmediato. Le estaba siguiendo la corriente porque sabía que echarla no habría servido de nada. Si se la quitaba de encima sin más, no pasaría mucho tiempo antes de que otra persona se presentara en la casa. Además, Nonna, su abuela, le había enseñado desde pequeño que, con el soborno suficiente, nadie era inmune a la tentación. Pedro prefería fingir que había mordido el anzuelo de Paula Chaves y simular que se convertía en el amante italiano que, al parecer, buscaba. De ese modo, su atención se centraría en él y su prima y su marido podrían seguir tranquilamente con sus vidas. Pero no sabía cuánto tiempo podría engañarla. Tal vez una semana. O quizás un mes. Aunque viendo su fotografía, habría estado dispuesto a estar con ella una eternidad. Cuando Paula volvió del cuarto de baño, él sirvió dos vasos de agua, le dió uno y propuso un brindis.


–Salud. Por las visitas inesperadas y los hombres apresurados.


–¿Los hombres apresurados?


Él le ofreció una silla y respondió:


–Por supuesto. Si mi hermano no hubiera salido de aquí a toda prisa, usted no habría entrado en mi propiedad y no nos habríamos conocido.


–No, supongo que no.


Paula aceptó el brindis y echó un trago de agua. Se había quitado las gafas, así que Pedro pudo ver sus ojos por fin.  Eran de color gris. Gris claro.


–¿Cómo ha dicho que se llamaba? Me refiero a su hermano…


–Federico. Estudia Bellas Artes. O al menos, estudia en teoría… Porque no me parece que se esfuerce demasiado.


Él se sentó frente a Paula. Un momento después, Graziella llegó con unos entremeses y los dejó en la mesa. Pedro alcanzó una botella de vino y la abrió.


–Debería probar este vino –dijo mientras se lo servía–. Es de una variedad de uva creada por mi abuelo… La obra de toda su vida. Tiene un fondo de hierbas aromáticas y un regusto a miel, melocotón y melón. Desde mi punto de vista, aúna todo lo bueno que se puede encontrar en Isola del Alfonso.


–Veo que el vino es su pasión…

 

–Un hombre debe tener una pasión. Mi abuelo creó la uva y el sabor, y yo me dedico a mejorarlos en la medida de lo posible para que pase a las siguientes generaciones.


Paula probó el vino y sonrió, encantada.


–Está delicioso. Es como beberse un día de verano.


Pedro asintió.


–Me gusta su descripción. Es tan buena que habría pagado una fortuna a cualquier empresa de publicidad por un eslogan como ése. ¿Cuánto me piensa cobrar? – preguntó con humor.


–Oh, no mucho –respondió ella mientras él le servía entremeses en el plato–. Me contentaría con un poco de pan…


–Eso está hecho.


–Tenía entendido que los viñedos de esta zona estaban en manos de la cooperativa local. 

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