lunes, 11 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 66

Olivia se lanzó como una flecha a sentarse en ella, a pesar de las objeciones de su madre:


—Querida, puede estar llena de polvo.


—Déjala, Pau —le dijo Pedro, conmovido por el recuerdo de sus padres—. Mira qué contenta está.


Olivia levantó la mirada hacia ellos, encantada.


—Solo necesita una mano de pintura.


—Eso es seguro.


—¿Podríamos llevárnosla a casa?


—¿Para qué?


—Porque creo que la necesito.


Paula no podía hablar, debido a la emoción. Fue Pedro quien lo hizo.


—Claro que podemos, ya que nos pertenece. Haré que alguien la arregle y la restaure.


—Oh, Pedro, eres tan bueno con nosotras... ¿Qué más hay aquí?


—Oh, lo normal —respondió, haciendo una rápida inspección del búngalo—. Los dormitorios, claro está. Una cocina, un cuarto de baño, la habitación de costura de mi madre y el porche trasero.


—¿Puedo ir a explorar?


—Adelante —cuando Olivia desapareció en el pasillo, Pedro se volvió hacia Paula—. Está intrigada. Cree hallarse en la cueva de un genio, o algo parecido.


—Es encantadora. Terriblemente inocente —suspiró Paula—. Como yo lo era antes.


—Eras extraordinaria —la acercó hacia sí—. Y lo sigues siendo.


—¿Cuándo empezó a estropearse todo?


A Pedro se le aceleró el corazón cuando ella apoyó suavemente la cabeza sobre su pecho, como tan a menudo había hecho en el pasado. Saboreó aquella sensación. Paula había vuelto, a sus brazos, donde pertenecía.


—Cuando tu padre empezó a odiarme —respondió—. Y, probablemente, a temerme también. Aquello no tenía nada que ver con que yo fuera «Extranjero».


Paula asintió con la cabeza, suspirando.


—Al final se arrepintió.


—Lo sé. Pero la herida tardará mucho tiempo en curar. Al intentar conservar su control sobre tí, tu padre estuvo a punto de destrozarnos a los dos. Tu boda con Martín estuvo destinada al fracaso desde el principio. Yo me concentré desesperadamente en mi trabajo, decidido a triunfar. Mientras tanto, desperdiciamos algunos de los mejores años de nuestra vida. Y mis padres no vivieron para ver a su nieta.


Paula levantó entonces la cabeza, mirándolo intensamente.


—¿Quién dice que no pueden verla ahora? Recuerdo que ellos creían en Dios.


—Yo ya no sé en qué creer —le confesó Pedro—. Lo único que sé es que el vínculo que nos une podría durar mil años —bajó la cabeza para besarla en los labios. Un beso que resumía el dolor, la pena, la desilusión, la pérdida de los primeros años de la vida de su hija.


En aquel preciso momento Olivia volvió de su exploración y los vió juntos.

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