lunes, 18 de septiembre de 2023

Aventura: Capítulo 6

Paula prefirió no añadir que estaba lloviendo cuando llegó y que se empapó porque pensaba que Roma era la ciudad del sol eterno y no se le había ocurrido llevar ni una gabardina ni un paraguas. Y en cuanto al ejercicio, su forma física era tan lamentable que tenía miedo de que las escaleras la mataran.


"Mi casa tiene un balcón pequeño. Los geranios que veis en la fotografía son un regalo de mis alumnos nuevos, que son encantadores y extraordinariamente amables y siempre presentan sus deberes a tiempo".


En la fotografía que subió al blog se veía algo más que los geranios del balcón. Era una vista preciosa de la ciudad, con sus cúpulas, sus tejados rojos y el Memorial de Victor Manuel, que parecía una tarta gigantesca, en mitad de la imagen. Una vista perfecta para disfrutar de ella mientras se tomaba una taza de café a primera hora del día o una copa de vino por la noche, con la ciudad iluminada. A Paula le habría gustado compartir esos momentos con Tomás, aunque su ex odiaba viajar. Sólo había hecho un viaje con él; un viaje de fin de semana a Francia. Y aunque sólo tenían que subirse a un transbordador para cruzar el Canal de la Mancha, tuvo que echar mano de todas sus mañas para convencerlo. Lamentablemente, no había avanzado mucho con la promesa que le había hecho a Alberto. Seguía sola, sin amante italiano. Y de momento, tendría que disfrutar de las vistas sin más acompañante que la taza de chocolate que se había servido. Es verdad. Hay montones de iglesias. Por cierto, la cúpula que se ve en la distancia, a la izquierda, es la cúpula de San Pedro. Y eso es el mercado de Esquilino, el mercado donde hago la compra. Tiene muchos productos que no encontraríais en el mercado de Maybridge. Por ejemplo, las flores de zucchini, que allí llamamos courgettes; compré algunas y las puse en un bol porque el color amarillo es muy alegre, pero los romanos se las comen rellenas de queso y fritas en abundante aceite de oliva. Ahora, una nota para las chicas; sobre todo para las de la sala de profesores: El de la siguiente fotografía es Salvatore, vendedor de la mortadela y el dolcelatte más sublimes que se puedan imaginar. La comida de Roma es fabulosa. Voy a tener que subir muchas veces las escaleras de mi calle si quiero que mi ropa nueva me siga quedando bien. Ah, sí. La ropa.


Paula se estaba empezando a divertir en Roma. Pilar, la secretaria inglesa del colegio donde iba a trabajar, había ido a recogerla al aeropuerto. Fue ella la que le consiguió el piso de alquiler donde vivía; por lo visto, pertenecía a un familiar de su novio. Cuando Paula vió el destartalado edificio, se deprimió; pero tras llevar dos semanas en Roma, se dió cuenta de que era afortunada. Estaba en el centro, era de techos muy altos y tenía unas vistas maravillosas. Pilar le enseñó todo lo necesario sobre los transportes públicos, le dió una vuelta por la ciudad y, tras echar un vistazo a su vestuario, le advirtió muy seriamente que la ropa barata que utilizaba como uniforme de profesora en el instituto de Maybridge no sería adecuada en Roma. Allí era más importante la calidad que la cantidad. Trabajo nuevo, vida nueva. A Paula le pareció que comprar ropa nueva era una consecuencia casi inevitable de lo anterior, de modo que dejó que Pilar la llevara a sus outlets preferidos, donde se compró ropa de Armani, Versace y Valentino que le quedaba especialmente bien porque había perdido algo de peso durante los meses anteriores. Y por supuesto, también se compró un par de gafas de diseñadores famosos. Definitivamente, la ropa de batalla que compraba en el mercado de Maybridge habría estado fuera de lugar en Roma. Sobre todo, cuando hasta sus propios alumnos parecían salidos de una pasarela de modas.  "Los italianos son increíblemente elegantes. Lo son hasta en clase. Mi primera tarea como profesora consistió en comprarme un vestuario nuevo. Fue difícil, pero sé que apreciarán mi sacrificio". 

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