miércoles, 13 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 72

 —¡Oh, las cuadras! —exclamó, esperanzada—. Quizá esté allí — aunque sabía que Olivia jamás salía a montar sin su permiso.


La noche cayó por fin y Olivia seguía sin aparecer. Paula llamó a Pedro para contarle lo que ocurría.


—¿Sucedió algo que pudo haberla molestado? —le preguntó él.


—No —respondió Paula, aunque luego se lo pensó mejor—: Pero Macarena estuvo aquí. Vino a hablar conmigo, Según ella, las niñas aún no lo sabían...


—Los niños tienen formas de enterarse de todo —repuso Pedro, sombrío—. Llama a Francisco.


-Ya lo he hecho —Paula hizo un valiente esfuerzo por recuperarse—. Todo el pueblo la está buscando. Oh, Pedro, ven rápido.



Pedro voló hasta Bellemont en helicóptero, aterrizó en la pradera que se extendía frente a la casa. La noticia de la desaparición de Olivia había despertado una enorme preocupación. Dentro de la casa encontró a Paula intentando consolar a Macarena, lo cual no pudo menos que extrañarle, ya que habría debido ser al revés.


—¿Paula?


Corrió hacia él y Pedro la estrechó en sus brazos.


—Macarena me acaba de contar que las niñas lo sabían. Estuvieron escuchando detrás de la puerta la conversación que ella mantuvo con su madre.


—¿Y se lo contaron a Olivia? —Pedro desvió la mirada hacia Nicole, que mantenía la cabeza baja. Estaba desesperada.


—Me temo que sí —se estremeció Paula—. Pero Oli no me dijo nada. Parecía un poquito preocupada, eso es todo. La dejé viendo un vídeo. Solo estuve fuera una hora. Se llevó a Lady.


—¿Sin permiso? —inquirió Pedro, sorprendido.


—Debe de tener una buena razón, Pedro —le dijo Paula—. Quería escaparse sola.


Macarena se les acercó, intentando explicarse, pero Pedro la hizo a un lado con delicadeza.


—¿La han buscado en el búngalo?


—¿En la casa de tus padres? —a Paula el corazón le dió un vuelco en el pecho—. No lo creo.


—Entonces deberíamos mirar allí. ¿Dónde tienes el coche?


—Tomen el mío, por favor —les pidió Macarena—. Está delante, y tiene las llaves puestas. Nunca me lo perdonaré si le ha sucedido algo a Olivia. Y las niñas tampoco.


Durante el trayecto pudieron ver las partidas de búsqueda atravesando bosques y campos, y agradecieron en silencio la ayuda tan generosamente brindada por la comunidad. El búngalo estaba completamente a oscuras. Cuando Pedro y Paula entraron en la casa, oyeron para su inmenso alivio un grito ahogado. Era Olivia. El grito fue seguido de una pregunta formulada con voz temblorosa:


—¿Quién anda ahí?


—¡Soy yo! —gritó Paula—. Soy mamá, corazón. Pedro está conmigo. Oh, Olivia, ¿Dónde estás?


Pedro encendió la linterna y avanzó unos pasos; con ella iluminó la pequeña figura de su hija, cerca de la puerta trasera. Se lanzó rápidamente a abrazarla, murmurando palabras de consuelo y cariño. Una inmensa gratitud inundaba su pecho. Olivia parecía encontrarse perfectamente.


—¡Olivia, nos has dado un susto terrible! —exclamó, emocionado.


—Lo siento —repuso, apoyando la cabecita en su hombro—. Lo siento mucho, papá.

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