lunes, 11 de septiembre de 2023

Traición: Capítulo 69

 —¿Y una de tus soluciones es hacer el amor?


—Tal como yo lo veo, tu cuerpo fue hecho para mí. ¿Vas a negarlo?


—No.


Como siempre, su amor por él barría todas sus defensas. La hizo levantarse, estrechándola entre sus brazos.


—Dime que eres mía.


—Te amo. Toda la felicidad de mi vida depende de tí.


Tras escuchar aquel reconocimiento, Nick la besó apasionadamente en los labios. Luego la levantó en brazos y la llevó al dormitorio, depositándola como una flor sobre la cama. Aquella visión llenaba su mundo. Paula, su hija y él mismo. Un universo de tres. Algunos días después, con Pedro de regreso en Sydney, Paula y Olivia fueron a comprar al pueblo, con sus listas de regalos. Visitaron tienda tras tienda. Para el mediodía volvieron al coche cargadas de paquetes, y fueron luego a comer al restaurante favorito de Paula.


—¡La Navidad debe de ser la época más maravillosa del año! — exclamó Olivia, mirando a su alrededor y contemplando deleitada la decoración festiva del lugar—. La sala está llena de gente. Y conocemos a la mayoría —levantó la mano para saludar a una de sus compañeras, que estaba sentada con su madre y su abuela en una mesa cercana.


Paula también se volvió para sonreírles, y le devolvieron el saludo.


—Supongo que habrán estado haciendo sus compras de Navidad, como nosotras. Y ahora, pequeñaja, ¿Qué vamos a tomar?


—Una limonada para empezar —Olivia inclinó la cabeza sobre el menú—. Luego, pollo y patatas fritas. Y luego, si aún me quedara sitio en el estómago, ¿podría pedir un pastel?


—Claro que sí —sonrió su madre.


Comieron con apetito mientras charlaban. Antes de que Pedro tuviera que regresar nuevamente a Sydney, habían convenido en contarle a Olivia toda la verdad acerca de su nacimiento. Elegirían el lugar y el momento apropiados. Se lo explicarían con el mayor tacto y delicadeza de que fueran capaces. Confiaban en que todo saldría bien.


Paula y Olivia no llevaban en casa más que unos diez minutos cuando un coche se detuvo frente a la entrada.


—Es la tía Macarena —le gritó Olivia a su madre, desde el pasillo—. Y viene sola.


Paula bajó corriendo las escaleras, preocupada. ¿Le habría contado Beatríz la historia? Con toda probabilidad, la respuesta era positiva. Era muy probable que Macarena hubiera acudido a su casa para hablar del asunto con ella. Pero nunca delante de Olivia... Macarena entró en el vestíbulo. Parecía encontrarse bajo una fuerte presión.


—Hola, Olivia —la saludó, con su habitual simpatía—. Paula, ¿Podría hablar un momento contigo?


—Por supuesto —respondió, nerviosa—. ¿Vienes sola? ¿No has traído a las niñas?


—Bueno, les he pedido que se queden en el coche —explicó, ruborizada—. Tenemos muchas cosas que hacer. Solo estaré aquí unos minutos.


—¡Oh, estupendo! Entonces yo saldré a hablar con ellas —dijo Olivia, y salió corriendo de la casa.


Interpretando correctamente la expresión preocupada de Paula, Macarena le dijo con tono amargo:


—No te preocupes, no lo saben. ¡Aún no!


Paula la invitó a sentarse en el salón.

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