lunes, 1 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 7

 –No hace falta. Ya sé que tú solo lees prensa financiera.


–Ya te he dicho que Manuel me está reeducando.


Paula se sobresaltó. No pudo evitarlo. El nombre había surgido de repente y no estaba preparada para oírlo. Afortunadamente, Ivana estaba concentrada en los fettuccini y no lo notó.


–Entonces, espero tu carta de admiración –comentó Paula, tras una mínima pausa.


Su alegría ni siquiera sonaba forzada, advirtió, felicitándose por ello.


–Cuenta con ella –Annis removió la pasta con expresión ausente–. Paula, mira, no quiero interferir en tu trabajo, por supuesto, pero mi boda… No sé lo que está pasando. Ya sabes que queríamos una ceremonia sencilla. Pero me encuentro con gente que me dice que va a venir, a pesar de que ni Manuel ni yo la hemos invitado. Y estamos recibiendo regalos de personas a las que no he visto desde hace más de veinte años –elevó la voz–. Lynda dice que todo va estupendamente, que todo está bajo control, pero no me escucha. Y yo no sé qué hacer –alzó entonces la mirada–. Cuando te dije que te necesitaba, era completamente cierto.


Paula la miró horrorizada. Y de pronto, sufrió el asalto de los recuerdos. Ivana dejó entonces de ser la ejecutiva que tanto había impresionado a Caruso. Y se convirtió en aquella Ivana que había subido a un manzano para rescatarla; en la Ivana que había trepado aterrada y con torpeza, pero que había conseguido atajar las lágrimas de Paula. ¿Cómo podía abandonarla en un momento así? ¿Pero cómo no iba a hacerlo? Seguramente, lo mejor para Ivana era que Paula se alejara del hombre del que ambas estaban enamoradas.


–Oh, Ivi –gimió.


–Mira, si no puedes venir hasta el día de la boda, no me importa. Podré llorarte por teléfono, o enviarte algún mensaje por Internet. Siempre y cuando sepa que estarás a mi lado el día de la boda.


–No sé. Es tan complicado…


–¿Podremos al menos hablar sobre ello?


–Ya estamos hablando.


–Me refiero como Dios manda. Sin verte mirando el reloj continuamente. Esta noche, por ejemplo. ¿Qué vas a hacer después del trabajo?


Paula hizo una mueca.


–Llevar a un ilustre visitante a conocer la ciudad. Se supone que soy la persona más indicada del departamento para mostrar la Gran Manzana. 


–Oh –repuso Ivana desilusionada, pero no se dió por vencida. Buscó en su bolso de mano y sacó una hoja mecanografiada–. Veamos.


–¿Qué es eso?


–Mi horario. Es idea de mi cliente. Cuando le dije que iba a venir a verte, me dió el itinerario del día, para que no me retrase cuando tenga que volver con él.


Paula la miró indignada.


–Ese loco de la informática, ¿También está obsesionado con el tiempo?


Su hermana sonrió.


–Piensa por adelantado –volvió a su lista–. Cena, reunión de negocios, bla, bla, bla. No ahí no. ¡Eh! ¿Y eso que es? «En el club Hombre y Mujer a las diez y media».


–Si pretendes hablar en Hombre y Mujer, nos estallarán los tímpanos – comentó Paula.


–No tenemos por qué hablar allí. Podemos quedar en ese local y después podemos ir a tu casa.


Y de esa forma, Paula tendría diez horas para inventar una excusa creíble. Magnífico. Así que dijo:


–Estupendo. Nos veremos allí. 

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