lunes, 29 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 68

 –A menos que esté nadando. Me gusta nadar antes de la cena. El mar es maravilloso. Si quieres, puedes reunirte conmigo.


–No tengo bañador –respondió Paula, no sin alivio.


Pedro señaló hacia una maleta que era el doble de la modesta bolsa que había llevado Paula.


–¿Es mía?


Pedro se encogió de hombros.


–Eso es lo que me encargaron que trajera.


Paula sabía a quién tenía que darle las gracias: «¡Nadia!», pensó.


–Más tarde le echaré un vistazo. Ahora estoy cansada. Así que, si no te importa…


–Por supuesto –dijo Pedro, con tono educado y casi indiferente. Aunque todavía no tenía la respiración bajo control–. Que descanses –le dijo. Y salió.


Cuando Paula se despertó, ya había anochecido. Se duchó rápidamente, se puso unos vaqueros y una camiseta y siguió la dirección de la música que llegaba hasta su cuarto. Procedía de la terraza. El sol se había puesto, pero todavía no había oscurecido del todo. Pedro estaba sentado bajo una parra, con un vaso de vino en la mano y los pies apoyados sobre una mesa de mármol, escuchando la dulce melodía que salía de los altavoces que había sobre la parra.


–¿Qué es eso? –dijo Paula, hechizada por la belleza de aquella música.


Pedro dejó su vaso lentamente y se levantó.


–Es un contratenor estadounidense. Es maravilloso, ¿Verdad? Este es su último disco.


–No sé mucho de música clásica –dijo Paula. 


Ivana la adoraba. ¿Pero por qué tendría que pensar siempre en todas las cosas que Pedro e Ivana tenían en común? Él le sirvió un vaso de vino de una botella sin etiquetar.


–Espero que te guste. Es retsina. Quizá lo haya hecho alguno de mis parientes.


Paula aceptó el vaso y bebió. El vino resultaba frío al paladar y cálido al deslizarse por la garganta. Olía a orégano y tomillo, y a todas las vacaciones que había pasado en el Mediterráneo. Y así se lo dijo a Pedro.


–Tienes un paladar excelente. Para mí, sabe simplemente al brebaje que prepara Jorge.


Paula se relajó sobre los mullidos cojines del sofá de la terraza.


–¿Quién es Jorge?


–El marido de la hija del hijo de mi tío abuelo –dijo Pedro fluidamente, como si fuera algo que hubiera repetido montones de veces.


Paula pestañeó.


–Las relaciones familiares son muy importantes en este lugar. De hecho, a mi abuelo le permitieron comprar esta casa por su relación con mi abuela. Ella nació en el molino, en medio de la colina.


–¿La conociste?


–No, murió cuando nació mi padre –se interrumpió y añadió–. Nuestra casa fue un hogar sin mujeres. Mi madre murió en un accidente de coche cuando yo tenía tres años. De modo que tuve una educación muy masculina. Quizá por eso no entienda muy bien a las mujeres.


Paula lo miró atentamente y dijo con voz queda:


–¿Estás dispuesto a contarme algo?


–Cualquier cosa –parecía muy serio. 

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