viernes, 19 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 47

Paula se encogió de hombros.


–Mira, llevo dos horas haciendo teatro. Necesitaba un descanso.


–Ya me he dado cuenta.


–¿De qué?


–Estoy hablando del show de Paula –contestó secamente.


–¿A qué te refieres?


–Bueno, ¿Quién ha sido hoy la estrella del espectáculo?


–¿Y?


–¿No se suponía que tenía que haber una novia en alguna parte?


Paula hizo una mueca.


–Ivana no se encuentra bien.


Pedor chasqueó los dedos.


–Por supuesto, eso debe ser.


Paula se sintió repentinamente enfadada. Le dirigió una luminosa sonrisa, cargada en un ciento por ciento de furia.


–No, por supuesto que no es eso –dijo afablemente–. Ya sabes lo que se suele decir de las hermanastras. Bueno, pues aquí estoy yo para demostrarlo. Intentando eclipsar a Ivana el día de su propia boda.


Pedro frunció el ceño.


Paula recordó entonces lo que Diana había dicho. Que había estado enamorado de Ivana. Y al parecer su madre tenía razón.


–Y has sido muy inteligente al averiguarlo. Debes estar encantado contigo mismo –la maldita flor que llevaba en el pelo resbaló sobre su rostro. Paula la apartó con un brusco movimiento de mano. El capullo cayó, pero Pedro lo rescató instintivamente–. Vaya, tienes buenos reflejos.


–Bastante rápidos –dijo él, repentinamente sombrío.


Y, antes de que Paula pudiera ser consciente de lo que estaba haciendo, la abrazó con fuerza y la besó. Los gritos de indignación de ella fueron amortiguados por su boca. Aquel no fue como el beso que habían compartido en una fría mañana. Pedro no estaba tan contenido como entonces. De hecho, Paula tenía la sensación de que no estaba conteniendo en absoluto. Sus brazos eran como dos garras de hierro, pero podía sentir un ligero temblor en sus manos, como si fuera un volcán a punto de entrar en erupción. Ella tuvo un momento de pánico. Pero, afortunadamente, se impuso la civilización. Pedro la soltó.


–Aquí no –dijo de modo cortante.


–No… –Paula lo miraba sin decir nada–. ¿Qué quieres decir con eso? 


Pedro le dirigió la más irónica de las miradas y a Paula no se le ocurrió fingir que no lo comprendía.


–Olvídalo.


–No creo que pueda. ¿Y tú?


«No», dijo algo dentro de ella. Algo profundo, extraño, algo que no había oído jamás en su vida. Paula lo miró horrorizada y, antes de que hubiera tenido tiempo de decir nada, fue él el que comentó:


–Ya sé que estás enamorada de otro. Pues bien, ¿Dónde está ese hombre? Si se mereciera tu lealtad, estaría hoy aquí, contigo.


Paula sacudió la cabeza, con una risa desesperada.


–No lo entiendes.


–Claro que lo entiendo. He estado observándote todo el día.


Paula sentía la garganta tan atenazada que apenas podía hablar.


–Pedro…


–Has sido una dama de honor excelente, Paula, pero yo habría preferido a Lola, la bailarina de tango. ¿Qué has hecho con ella? –le preguntó mientras acariciaba tentativamente su rostro. 


Aquello era más de lo que ella podía soportar. Una lágrima se deslizó por su mejilla. Pedro debió verla, pero no apartó la mirada.


–Ese fuego, toda esa pasión… –dijo–. Y mírate ahora. ¿Qué tengo que hacer para que vuelva mi Lola?


Las lágrimas comenzaron a fluir. 

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