lunes, 8 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 22

Pedro no tuvo mucha suerte en el edificio de Lola. Una mujer con gafas de media luna y naturaleza recelosa se negó a decirle cómo se llamaba de verdad. Había seis nombres para escoger en los buzones y ninguna de las iniciales era una L. Así que no se llamaba Lola. Se acercó al café en el que habían terminado la noche, pero allí tampoco parecían conocerla. O, si la conocían, no querían admitirlo. De hecho, tampoco le prestaron demasiada atención. Una de las camareras llevaba una rosa de tallo largo atada al cinturón y las dos camareras exclamaron entusiasmadas al ver un enorme ramo de rosas envuelto en celofán que les había comprado un transportista. 


–¿Es el cumpleaños de alguien? –preguntó Pedro, intentando ganarse su simpatía.


Las chicas lo miraron con expresión burlona.


–Es el día de San Valentín –no añadieron «Idiota», pero iba implícito en el tono.


–El día de San Valentín –repitió Pedro, admirado por el descubrimiento–. Justo lo que necesito.



Paula fue temprano a trabajar después de su agitada noche. Nadie en la oficina lo notó. Todos estaban demasiado concentrados en sus asuntos. Y, más tarde, cuando hubo terminado la reunión del día, la habitación de espejo, y cristal se llenó de gritos al ver las cestas llenas de flores que iban llegando.


–Oh, mira esa –dijo Nadia, señalando una cesta de rosas carmesí, que reposaba sobre la mesa circular en la que Paula trabajaba aquel día–. Alguien está enamorado de tí.


–No creo –contestó Bella alegremente–. Esas rosas deben ser para Leticia.


–Lo dudo. Ninguno de sus hombres la sobrevive lo suficiente como para enviarle flores –replicó Nadia.


Paula soltó una carcajada.


–En cualquier caso –insistió Nadia–, quédatelas. No querrás ser la única mujer de la oficina a la que no le envían rosas el día de San Valentín, ¿Verdad?


–No sabía que era una competición.


–Eso es porque hasta ahora no habías trabajado en una oficina. Por supuesto que es una competición.


–Me temo que en Inglaterra no nos tomamos tan en serio el día de San Valentín.


Nadia la miró asombrada.


–¿Nada de rosas? ¿Ni de gestos románticos?


–Sí que se reciben tarjetas, pero normalmente son de broma –admitió Paula.


Nadia musitó algo acerca de la estupidez y la falta de imaginación de los hombres ingleses. Pero Paula no quería oír hablar de hombres ingleses. Tenían la mala costumbre de susurrar «Déjame subir a tu departamento» al oído, cuando debería haber estado concentrada en su trabajo o en reunir valor suficiente para ir a la boda de su hermana. Así que contestó precipitadamente: 


–Quizá el problema sea yo. Al fin y al cabo, tampoco me ha enviado flores ningún neoyorquino. 

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