miércoles, 10 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 26

En cualquier caso, con todas las tareas que tenía pendientes, consiguió no pensar en la falta de noticias de Pepe más de tres veces al día. Y para cuando llegó el momento de volver a Londres, solo unos días antes de la boda, prácticamente había conseguido olvidarlo. Casi. Iba a ver a Ivana muy pronto. El avión aterrizó a las diez de la mañana y sabía que el encuentro no podía postergarse. Solo llevaba una bolsa de mano, de modo que no tuvo que esperar a que descargaran el equipaje. Estaba extrañamente nerviosa, como si fuera a ver a un hostil desconocido, en vez de a la hermanastra que siempre había sido su mejor amiga. Quizá el problema fuera ir al piso de Ivana y tener que enfrentarse a los cambios que se habían producido en la vida de su hermana desde la última vez que había estado allí. A esa hora, Manuel estaría trabajando, por supuesto, de manera que no tendría que verlo todavía. Pero sus cosas estarían por allí.


–Podré soportarlo –dijo entre dientes–. Por supuesto que podré soportarlo. 


Pero sentía el estómago revuelto cuando salía de la terminal para tomar un taxi. El taxi tenía teléfono y aprovechó para llamar a Ivana.


–El avión ha llegado antes de lo que esperaba. ¿Sigue pareciéndote bien que vaya directamente a tu casa?


–Claro –Ivana tenía una voz adorable, cálida y llena de alegría. Su cariño ayudó a suavizar los problemas estomacales de Paula.


–Acaba de llegar un cliente –aunque Ivana valoraba en mucho su intimidad, había clientes que llegaban a convertirse en amigos y a veces los citaba en su piso–, pero habremos terminado para cuando llegues.


–¿Estás segura?


–Desde luego. Date prisa. Iré preparando el café.


–Te he echado de menos –dijo Paula, casi involuntariamente.


–Yo también. Estoy deseando verte.


Ivana colgó. Paula se recostó en el asiento, intentando dominar las lágrimas, pero sonrió. Cuando llegó al lujoso edificio de apartamentos, casi entró bailando en el vestíbulo. Saludó con un gesto al portero y subió canturreando en el ascensor. Cuando Ivana le abrió la puerta, Paula lo abrazó con un grito de alegría.


–Oh, es tan maravilloso estar en casa. Te he echado mucho de menos. Tienes un aspecto maravilloso. Cuéntame…


Las palabras murieron en su garganta. Detrás de Ivana, con expresión insondable, estaba el hombre que tanto se había esforzado en olvidar. Paula dejó caer los brazos soltó un grito de pánico.


–¡Oh, no!


Ivana no la comprendía, por supuesto. Le dirigió una rápida y perpleja mirada antes de decir:


–No pasa nada. No has interrumpido una reunión. Pepe estaba a punto de marcharse.


Pepe. No parecía desconcertado en absoluto. Paula lo miró a los ojos. Estaba esperándola, pensó, con repentina certeza. ¿Pero cómo sabría quién era? Apretó los dientes.


–¿Paula? –le preguntó Ivana extrañada.


–Eh… lo siento.


No sabía por qué se estaba disculpando, pero necesitaba llenar aquel horrible silencio mientras Pedro la miraba sin decir absolutamente nada.

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