lunes, 8 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 21

 –¿Quieren algo original? De acuerdo, en ese caso necesitan controlar su material y elegir –señaló uno de los iconos y se volvió de nuevo hacia ellos–. Pero también necesitan un elemento sorpresa. La atracción del azar que nos impulsa a abandonar los caminos conocidos…


Cuando terminó, no estaba tan seguro de si había sido una buena idea convertir la reunión en un seminario. Algo le decía que el ambiente había cambiado. En principio, los asistentes a la reunión permanecían todos tan impasibles como él mismo. Seis meses atrás, Pedro se habría desesperado al verlos. E incluso estuvo a punto de hacerlo. Pero su asesora, que permanecía en aquel momento educadamente sentada a su lado, había insistido en que aprendiera a leer el lenguaje del cuerpo. Pedro lo había hecho, y a conciencia, como hacía con todo lo que se proponía. De modo que sabía lo que tenía que buscar. Dedos tamborileantes sobre la mesa, hombros ligeramente girados, desconexión visual… Todas ellas eran malas señales. ¡Pero no advirtió ninguna! Todo el mundo lo estaba mirando. Inspirado, añadió:


–Es un sistema genial. Seguro que terminaremos acostumbrándonos.


Una de las asistentes soltó una carcajada. Era una carcajada amistosa. Por primera vez desde hacía días, Pedro comenzaba a sentirse esperanzado. Realmente esperanzado. «Lola, me has traído suerte», le dijo a su compañera invisible.


–Estoy de acuerdo. Sería una verdadera pena vender ese sistema a cualquiera. Supongo que prefiere ponerlo en manos de personas que puedan sacarle todo su potencial –comentó el especialista industrial.


–Eres un creyente incondicional, Marcos –comentó la mujer que anteriormente había reído–. De acuerdo, profesor Alfonso. Ha conseguido convencerme de que estoy mirando al siglo veintidós. Ahora convénzame de que fuera de aquí hay suficientes fanáticos de la informática como para querer comprarlo.


Y Pedro lo hizo. La cuestión de las ventas no lo emocionaba tanto como los sistemas informáticos, pero en una breve cantidad de tiempo, consiguió dar respuesta a todas las preguntas que le hicieron y salir de la reunión con la promesa de que volverían a ponerse en contacto con él. Una vez fuera, le dijo a Ivana:


–Tengo que ir a ver una cosa, ¿Quedamos a última hora de la tarde en el hotel?


–Voy a ir a ver a mi hermana antes de marcharme –respondió Ivana.


–En ese caso, será mejor que nos encontremos en el avión –alzó la mano para parar un taxi.


Ivana vió algo en su rostro que le hizo decir:


–¿Qué te propones, Pedro?


Él la miró, divertido.


–¿Por qué lo preguntas?


–Porque podría pensar que luchar por la vida comercial de tu empresa te resulta excitante, pero la verdad es que hasta ahora no te había visto con una expresión tan luminosa.


–Ya, se trata de un auténtico desafío.


Ivana elevó los ojos al cielo.


–No me lo digas: ayer por la noche conociste a un genio de la informática en el club. Y piensas contratarlo.


Pedro soltó una carcajada.


–Espera y verás –contestó, y se metió en el interior de un taxi.


Ivana pateó el suelo helado, resopló con frío y se volvió caminando hacia al hotel. 

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