viernes, 26 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 64

 –¿Qué es lo que quieres? –preguntó precipitadamente.


Pedro sonrió.


–Eres tú la que quieres entrevistarme. Y yo quiero ayudarte a conseguir lo que ambicionas. Entre otras cosas –admitió–. Así que he pensado que podríamos matar varios pájaros de un tiro. Mañana mismo salgo para Grecia. Ven conmigo.


–No puedo –contestó Paula instintivamente.


–¿Por qué no? Tienes pasaporte y ningún compromiso.


–Tengo mi propia vida. Mi trabajo.


–Yo creía que esto formaba parte de tu trabajo. ¿Quieres que hable con tu jefa?


–No –contestó al instante. Caruso era capaz de hacerle ella misma la maleta. 


–Y tampoco estás saliendo con nadie. De modo que en ese sentido no habrá ningún problema.


Se miraron a los ojos. Paula vió una pequeña llama en las profundidades de los de Pedro, que la hizo urgente y estremecedoramente consciente de que bajo aquel conservador traje gris, se escondía un cuerpo que ella conocía tan bien como el suyo.


–Esto no es justo –dijo casi sin respiración.


–Entonces estamos en paz.


–¿Qué? –le preguntó con incredulidad.


–¿Crees que es justo dejar caer una bomba, como hiciste en el aeropuerto, y después marcharte?


–No te comprendo…


–Entonces te le explicaré. Pero no aquí, sino en Grecia.


Paula no tenía manera de defenderse ante tamaña determinación. Al fin y al cabo, la mitad de su mente estaba ya de parte de Pedro. Y absolutamente todo su corazón. 




Tal como Pedro había predicho, Leticia Caruso se mostró encantada de dejarla marchar a Grecia. Le proporcionó una cámara de fotos, una tarjeta de crédito a cargo de Elegance Magazine y algunos consejos bastante dudosos.


–No lo olvides, busca los secretos. Los secretos son los que lo hacen humano.


–Magnífico –musitó Paula.


Metió en la maleta la ropa que le parecía más apropiada para una isla griega. En realidad, no tenía mucha ropa de verano. Era invierno cuando había llegado a Nueva York y todavía continuaba haciendo frío. Tampoco tenía bañador. Ni, desde luego, protector solar.


–¿Hace mucho calor en Grecia en esta época del año? –le preguntó a Pedro, mientras se dirigían al aeropuerto.


–Suficiente para poner algo de color en tus mejillas. Tienes un aspecto terrible.


–Creo que tendré que demandar a la compañía de cosméticos –replicó Paula con energía.


Pero para cuando llegaron a Atenas, estaba demasiado cansada para pensar siquiera en una frase inteligente. Pedro lo comprendió. Desde el aeropuerto, fueron al puerto de Pireo. Y una vez allí, como por arte de magia, apareció un yate en el muelle con su equipaje abordo.


–Te has acostumbrado muy rápidamente a la vida de millonario –farfulló Paula, pero estaba prácticamente dormida.


–Siempre me he caracterizado por mi capacidad de adaptación.


Paula no contestó, pero se tropezó con la pasarela. Pedro la levantó en brazos y la llevó a cubierta. 

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