lunes, 15 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 37

Permanecieron en silencio mientras Pedro sorteaba el cada vez más intenso tráfico y no volvieron a hablar hasta que llegaron a la autopista.


–Y dime, Paula, ¿Cuánto tiempo llevas en Nueva York y cuánto tiempo piensas quedarte allí? –la miró de reojo–. Aquí tenemos un montón de puestos de trabajo.


Aquel era un tema que había preferido evitar. Pero, al contrario que Ivana, Paula siempre había sido una persona sociable. Sabía cómo mantener una conversación sin decir una sola cosa de importancia. Y eso fue lo que estuvo haciendo durante todo el viaje. Para cuando llegaron a la casa de campo de los Chaves, tenía la boca seca de tanto hablar. Pedro había permanecido callado durante los últimos veinte minutos. Y Paula tuvo la impresión de que parecía aliviado cuando llegaron al camino de grava de la entrada. Estacionó bajo un rododendro, apagó el motor y se volvió hacia ella.


–¿Qué te pasa? –le preguntó.


–¿Qué me pasa? Nada –pero incluso a ella misma le parecía forzado su ono–. Te agradezco mucho que me hayas traído.


–¿Te veré esta noche?


–Ya has oído a Diana. Esta noche será la última cena de la familia.


–Ya lo sé –contestó Pedro con impaciencia–, pero podemos salir después.


–¿Después de cenar?


–No te sorprendas tanto. Supongo que no cenarán a las doce.


–No, pero…


Pedro le tomó entonces las dos manos.


–¿Cuál es tu habitación?


–¿Estás pensando en trepar a mi habitación? –le preguntó Paula con marcada ironía.


–Si es eso lo que hace falta para que hables conmigo…


Paula apartó las manos.


–He estado hablando contigo durante todo el camino.


–No, no has estado hablando conmigo. Has estado hablando.


Paula enmudeció y él siguió hablando.


–¿Entiendes ahora lo que quiero decir? Un fogonazo de sinceridad y desaparece toda tu locuacidad.


Paula alzó la barbilla.


–Siento haberte aburrido.


Al oírla, Pedro se volvió para dar un puñetazo al volante, sobresaltándola.


–No me has aburrido –dijo entre dientes.


–¿Entonces por qué estás tan enfadado?


Pedro tardó al menos un minuto en contestar.


–No vas a hacerme ninguna concesión, ¿Verdad?


–Supongo que tengo derecho.


–¿Pero por qué?


Paula se encogió de hombros y desvió la mirada.


–Cualquiera diría que pretendo hacerte daño –dijo Pedro, furioso.


Paula no se movió y él se dió cuenta de que había acertado.


–Es eso, ¿Verdad? –continuó–. Ese es el motivo por el que no quieres que me acerque.


Paula intentó reír.


–Tonterías.


–Crees que te voy a hacer daño –repitió Pedro, como si acabara de hacer un gran descubrimiento.


–Eso son bobadas –insistió Paula con dureza. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario