miércoles, 10 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 27

Paula levantó su bolsa de viaje. Se sentía terriblemente débil. Intentó mirar a cualquier parte que no fuera el rostro de Pedro mientras se la colocaba al hombro. Y fue entonces cuando él se decidió a hablar.


–Pedro Alfonso–le tendió la mano.


Paula no se movió. Conocía demasiado bien aquella voz. Había compartido su almohada más a menudo de lo que le gustaba recordar. Miró su mano, hipnotizada. Cada vez más perpleja, Ivana la presentó:


–Mi hermana, Paula Chaves.


–Encantado de conocerte –contestó Pedro, en un tono completamente indiferente.


Paula se sentía como si estuviera en medio de una pesadilla. Pedro le tomó la mano y se la estrechó brevemente antes de volverse hacia Ivana.


–Te llamaré cuando me haya enterado de lo que tienen que decir losbanqueros.


–Magnífico. Si quieres, podemos vernos más tarde.


–¿De verdad? –preguntó él en tono escéptico.


Pedro se echó a reír.


–No me caso hasta el sábado, Pedro. Hasta entonces soy toda tuya.


Paula dió un respingo. E Ivana la miró sorprendida y preocupada al mismo tiempo. Pero a Pedro Alfonso no lo sorprendió en absoluto.


–Supongo que tu hermana piensa que deberías concentrarte en los preparativos de la boda.


–De ningún modo. También tengo que ocuparme de mi trabajo –repuso Ivana con vehemencia–. Buena suerte con los banqueros. Hasta luego.


–Adiós, Ivana –le hizo un gesto a Paula y dijo en un tono absolutamente indiferente–: Encantado de conocerte.


¿Indiferente? ¿Cómo podía mostrarse indiferente? Le había enviado flores. Todas rojas, del color de la pasión. Y había intentado pasar una noche con ella. A Paula le entraron ganas de gritarle. Pero, por supuesto, no lo hizo. Sabía por qué se mostraba indiferente. Aquello había sido entonces, el momento había pasado. Entonces ella era una chica atractiva aficionada a la salsa. En aquel momento era la hermana de su asesora.


–Adiós –le contestó sin ningún entusiasmo. 


Ivana cerró la puerta y fijó la mirada en el pálido rostro de su hermana.


–¿Estás sufriendo los efectos del ajuste horario?


Paula agradeció la posibilidad de tener una excusa.


–Ayer estuve trabajando hasta tarde. De la oficina me fui directamente al aeropuerto.


Ivana arqueó una ceja. Aquello no parecía propio de Paula.


–¿Tan interesante era el trabajo?


Paula soltó una carcajada. Parte del color volvió a su rostro.


–Necesario. No tenía derecho a vacaciones. He conseguido que me dieran unos días libres porque mi jefa adora las bodas. Además cree que podré regresar con un artículo sobre las bodas en la alta sociedad londinense.


Ivana la condujo a la cocina, donde el aroma del café le dio la bienvenida.


–Pues tendrás que inventártelo. Esta va a ser una ceremonia a la que solo acudirán la familia y los amigos –Ivana rodeó a su hermana por la cintura y exclamó–: Oh, cuánto me alegro de que estés aquí. Tengo la desagradable sensación de que me va a entrar un ataque de pánico cuando me vea en la puerta de la iglesia.


–¿Quieres decir que necesitas que te impida escapar?


Ivana le sirvió un café.


–Quizá. Este es un gran paso en mi vida.


–Y a tí siempre se te han dado bien los grandes pasos –dijo Paula animadamente–. Mira cómo has levantado tu propio negocio.


–Esto es diferente.


–Sí, claro.


–Claro que lo es –Ivana alzó rápidamente la mirada. Parecía preocupada–. Yo sabía que podía llevar un negocio, que es algo que se me da bien. Pero no soy tan buena en… –se interrumpió. 

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