viernes, 19 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 48

 –Déjalo –le gritó a Pedro–. Basta ya. Tú no lo comprendes. Nadie lo comprende.


En aquella ocasión, pasó por delante de él antes de que Pedro pudiera detenerla. Le pareció oír que la llamaba, pero no le importó. Le llevó mucho tiempo tranquilizarse. Y litros y litros de agua fría eliminar las señales dejadas por las lágrimas. Después tuvo que volver a maquillarse. Cuando regresó a la fiesta, sabía que tenía un aspecto perfecto. Algo muy conveniente, porque la primera persona con la que bailó fue su cuñado.


–Hola, preciosa.


–Hola –contestó ella con una amistosa sonrisa.


–¿Dónde está mi maravillosa esposa?


–Descansando.


–No se encuentra bien, ¿Eh? Ha estado pasando una mala racha, la pobre. Y hoy ha estado su muy tensa. Le dije que deberíamos habernos escapado y habernos casado en Tahití. Pero ella no quería desilusionar a Diana.


Paula sonrió sinceramente, como no lo hacía desde hacía horas.


–Esa es mi Ivana.


–Y tú eres una gran hermana y amiga.


–Al menos lo intento –dijo Paula.


–Y sorprendente. Creo que has conseguido noquear al pobre Pedro. Estuvo preguntando por tí anoche.


–¿De verdad?


–Sí, le dije que eras una rompecorazones –respondió Manuel alegremente.


–Gracias.


–No pareció importarle.


No, desde luego. Era imposible que eso le importara a un hombre que creía conocerla mejor que nadie. Y que quizá tuviera razón. Aquella idea le hizo pararse en seco. ¿Razón? ¿Podría Pedor tener razón? Paula dejó escapar una risa afectada.


–El problema de las bodas es que la gente pretende emparejar a todo el que anda suelto.


–Podrías tener razón –dijo Manuel con ecuanimidad–. ¿Entonces crees que Pedro se ha dejado llevar por el espíritu de las bodas?


No, no lo creía. No había habido boda alguna que pudiera afectarlo en aquella fría noche en Nueva York. Pero eso no iba a decírselo a nadie.


–Sí –mintió.


Manuel soltó una carcajada.


–Lo que tu digas –miró el reloj–. Creo que debería subir a cambiarme si tengo que participar en la ceremonia de la despedida. Me gustaría no tener que volver al baile. Cuanto antes saque a Ivana de esta casa de locos y pueda darme un baño con ella en el mar, mejor.


–Mmm. Parece que estás hablando del paraíso.


–Entonces quizá deberías prestarle atención a Pedro. Tiene una casa en una isla griega. Podrías pasar las vacaciones de tu vida.


–Lo tendré en cuenta –respondió con ironía.


–Hazlo. El pobre Pedro se merece un poco de diversión. Ivana dice que trabaja demasiado. Y al parecer, una mujer le rompió el corazón.


–¿Eso te lo ha contado Ivana? –preguntó Paula con recelo. 

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