miércoles, 17 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 42

Tras recuperarse de la primera impresión, Paula descubrió que estaba indignada. Le había dicho ya que no quería verlo aquella noche. Pero Diana sonrió, radiante, se levantó de un salto y le hizo ver que era el más bienvenido de todos los invitados.


–¡Los gemelos! –exclamó–. He ido a buscarlos en cuanto Manuel nos ha llamado –hizo un gesto con la mano para señalar el asiento que acaba de dejar libre–. Entretén a Paula mientras voy a buscarlos.


–Esa va a ser una tarea difícil –musitó Pedro.


Pero tomó el asiento que Diana le ofrecía y sonrió. Acababa de llegar. Todavía lo rodeaba el frío de las noches de marzo. La manga de la chaqueta rozó el brazo desnudo de Paula. Esta retrocedió como si acabara de recibir un calambre. Y dijo lo primero que se le ocurrió.


–¡Estás helado! ¿Has venido andando hasta aquí?


–No. Pero tardaban tanto en abrirme la puerta que al final he tenido que dar la vuelta y entrar por la cocina. A Manuel se le han roto los gemelos que tenía que ponerse mañana. Ninguno de los otros le quedaba bien, así que he llamado a Miguel para ver si podía prestarnos unos.


Paula lo miró con recelo. Pedro se inclinó hacia delante y dijo, tan quedamente que la joven tuvo que esforzarse para entenderlo:


–Si hubiera venido a verte, estaría debajo de tu ventana, dándote la serenata.


–¿De verdad? –preguntó Paula, esforzándose por aceptar el más sarcásticode los tonos.


–Se me había ocurrido. Pero he decidido que probablemente preferirías esperar a que terminara la boda.


–¿Esperar para qué?


–Para convertirnos en amantes.


Paula estuvo a punto de caerse del sillón. Miró rápidamente alrededor de la habitación. Nadie parecía darse cuenta de que estaba acorralada.


–No vamos a convertirnos en amantes.


–¿Y qué te hace pensar eso? –parecía sinceramente interesado. 


–Supongo que yo también tendré derecho a voto –dijo entre dientes.


–Por supuesto.


–Pues bien, en ese caso –dijo con aire triunfante–, voto que no.


Pedro sonrió.


–Pero si todavía no he empezado mi campaña.


Paula se levantó de un salto.


–Nada de campañas –dijo.


Por un instante, Pedro se quedó en completo silencio. Continuaba sonriendo, pero Paula tenía la incómoda sensación de que era una sonrisa completamente superficial. Y, como si deseara confirmar sus sospechas, él contestó quedamente:


 –Me temo que eso tendré que decidirlo yo.


Paula no fue capaz de disimular su sorpresa. Pedro continuó:


–Normalmente, los chicos con los que sales siempre hacen lo que quieres, ¿Verdad?


Paula no sabía qué decir.


–Ya veo que una relación con un hombre adulto va a ser una nueva experiencia –añadió con ironía.


Pedro no la tocó. No hacía falta que lo hiciera. A Paula le bastaba mirarlo para empezar a temblar. Diana llegó en ese momento con una cajita en las manos. Pedro se levantó mientras la madre de Paula le tendía los gemelos.


–Gracias –dijo mientras se los guardaba en el bolsillo–. Hasta mañana, señora Chaves. Adiós, Paula –y tras un firme asentimiento, se marchó. 

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