viernes, 26 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 63

 –De acuerdo. Tengo suerte de poder estar aquí. Es una gran oportunidad que no todo el mundo tiene. Lo sé. Pero eso no significa que tenga que gustarme todo. Esto es horroroso, y nadie va a conseguir que lo vea de otra forma.


–¿Y ya se lo has comentado a tus jefes?


–No, eso me lo reservo para cuando me despidan… Después de hacerte esta entrevista.


–Para tí es muy importante esta entrevista, ¿Verdad?


–Solo está en juego mi reputación profesional –contestó Paula–. Es una especie de prueba. Si no la paso, me despedirán.


–Ya entiendo. En ese caso, tendrás que hacer tu entrevista. Pero no aquí. Ni ahora.


–Si estás pidiéndome que salgamos, olvídalo.


–¿No sales? Bueno, Paco me había comentado algo parecido, pero me resultaba difícil de creer. Una juerguista como tú…


–Salgo con quien me apetece.


Pero no era cierto. De hecho, había estado rechazando regularmente las propuestas de Diego. Y el día anterior se había ido a casa sola después de una solitaria cena. Y se pasaba las noches en casa, sentada en una mecedora y recordando… Oh, a quien recordaba ella no era a aquel frío hombre de negocios, con aquella risa secreta y esa fría mirada. No, ella recordaba al otro. A aquel del que se había enamorado. Al hombre que bailaba y la seguía de madrugada, al apasionado amante… Paula interrumpió bruscamente el curso de sus pensamientos. ¿Se había enamorado? Aquel pensamiento fue como un golpe traicionero. Se quedó mirándolo fijamente. Por supuesto que estaba enamorada de él. Había estado enamorada de él desde hacía siglos… Pero él no la amaba. Oh, él había disfrutado con Lola, la bailarina de tango, con su vitalidad y su sofisticación urbana. Pero no la amaba. Si la amara, no le habría dejado despertarse sola.


–Y hay algo más de lo que deberíamos hablar –estaba diciendo en aquel momento Pedro.


–¿Y qué es?


–De las citas, el baile, y de lo que le dijiste a mi amigo Pablo.


¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Al fin y al cabo, no sabía nada de él. Excepto que bailaba como un endemoniado y su madre pensaba que estaba enamorado de Ivana. Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Y los abrió como platos, luchando contra ellas. Qué idiota era.


–¿Qué es lo que le dije a tu amigo Pablo?


Pedro la miró con firmeza. Al instante suavizó su mirada.


–Le dijiste que te lo preguntara yo personalmente –dijo suavemente–. Así que aquí estoy. Preguntándotelo.


–No creo que mis citas sean asunto tuyo.


–Así que quieres hacerte la difícil –diagnosticó Pedro.


–No me estoy haciendo la difícil.


–No te preocupes por eso. Me gustan las mujeres difíciles.


–Nadie me ha dicho nunca que lo sea.


–Probablemente porque no has tenido en cuenta sus sentimientos, pobrecillos.


Una chica tan maravillosa. Bueno, pues no vas a hacer eso conmigo. Y será mejor que te vayas acostumbrando a la idea. Paula pestañeó. Era suficientemente cierto como para silenciarla, entre otras cosas porque no tenía ni idea de cómo lo había descubierto. 

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