miércoles, 3 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 15

 –Ya sé que no nos conocemos. Yo también me acordaría. Creo que no me he expresado demasiado bien. Quizá lo que pensé fue: «Voy a conocer a esa chica» –alzó de pronto la mirada.


Paula no retiró la suya a la velocidad suficiente. Y se sintió como si acabaran de aplicarle una descarga eléctrica.


–Eso está mejor –contestó.


–Y tú también lo has sentido –replicó él, como si acabara de descubrirlo.


–No, yo…


–Quizá no entonces. Más tarde. ¿Cuándo? –Bella lo vio rememorar su breve encuentro–. Afuera, en el hotel, ha sido entonces. Has sabido que había algo en mí que has… Reconocido.


Paula sacudió la cabeza con vehemencia. Estaba intentando olvidar el instante en el que había pensado que estaba solo, y en el que, al reconocer su soledad, se había visto obligada a admitir la suya propia. La camarera les llevó las bebidas. Pedro miró su café como si no hubiera visto nunca nada parecido.


–Es café con leche –le explicó Paula amablemente.


–No cambies de tema. Lo sabías, ¿Verdad?


El té de limón y jengibre estaba demasiado caliente para empezar a beber. Paula se negaba a mirarlo a los ojos. Se reclinó contra la pared. Ni siquiera era capaz de recordar cuándo se había sentido por última vez tan insegura. Estaba acostumbrada a flirtear. Era una persona sofisticada y sociable. Los hombres se habían acercado a ella de todas las formas imaginables. Pero en aquel momento, la cabeza le daba vueltas y el pulso le latía violentamente. Como si temiera algo de sí misma. Algo completamente nuevo.


–Lo único que he sabido es que eres un buen bailarín y a mí me gusta bailar –contestó, tanto para ella como para él.


Pedro se inclinó hacia delante. Paula podía sentir la intensidad de su mirada sobre su cabeza.


–Eso ha sido todo –insistió.


Había un par de obreros desayunando en una de las mesas. Paula advirtió que los miraban con curiosidad. Debían resultar extraños. Pedro con su elegante abrigo y los zapatos relucientes y ella con los restos del maquillaje y un minúsculo top debajo del abrigo. Formaban una pareja completamente fuera de lugar. Y hacía mucho tiempo que ella no se sentía parte de una pareja. Pedro sonrió, como si le hubiera leído el pensamiento.


–No –dijo con amabilidad–. Eso no es todo y lo sabes. Igual que lo sé yo. Me ha pillado en un momento muy poco oportuno, pero no tiene sentido mentir sobre lo que siento.


Paula se miró las uñas.


–No creo que haya momentos más o menos oportunos. El problema son lasprioridades.


Pedro la miró divertido.


–Hablas como una asesora de dirección.


Paula se sobresaltó.


–Mi hermana es asesora de dirección –dijo al cabo de un momento.


–¿Y estás diciéndome que la solución de una asesora podría cambiarme la vida?


–Quizá. Si estás dispuesto a cambiar tu lista de prioridades –se interrumpió bruscamente–. Diablos, ¿Y qué sé yo de todo eso? Nunca he sido el cerebro de la familia.


–¿Y qué eres en tu familia? ¿La guapa?


Paula rió suavemente.


–Podría decirse así. Supongo que para mí ya es mucho.


Pedro alzó la taza de café, brindando en silencio.


–Eres maravillosa.


Pero no parecía un cumplido, sino como una especie de sobria declaración. Paula respondió lentamente:


–Y no parece gustarte en absoluto.


–¿Gustarme? Claro que no. Eso solo añade una complicación más.


Paula se quedó mirándolo fijamente.


–¿Qué clase de complicación?


Paula lo miró a los ojos. No quería hacerlo. Pero no podía resistirse a aquella silenciosa insistencia. Y vió lo que él pretendía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario