lunes, 8 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 23

 –Eso es porque nunca quieres ir más allá de la primera cita. Incluso así, no me sorprendería que el tipo que se encarga de las finanzas…


–No lo creo.


–¿Por qué no? Si hasta Caruso recibe flores cuando todo el mundo sabe que se come a un hombre vivo cada vez que hay luna llena; seguro que tú también tienes alguna probabilidad de recibir flores.


–Leticia es una mujer poderosa. Yo no escribo artículos sobre nadie.


–Tan joven y tan descreída –musitó Nadia. Y sonrió de repente–. Estás aprendiendo, inglesa.


Paula soltó una carcajada, pero aun así, ser la única mujer sin flores de la oficina le resultó sorprendentemente incómodo. Mientras intentaba hacerse un hueco entre la multitud que abarrotaba el metro cuando se dirigía al encuentro de su hermana, se aseguró a sí misma que se alegraba de no tener que luchar con un ramo. Pero el habitual olor a humedad y sudor de los vagones, aquel día iba aderezado con la fragancia de las flores de invernadero. Ivana estaba esperándola en el vestíbulo del hotel con su bolsa del viaje en la mano.


–¿Ya no piensas volver al hotel? –le preguntó Paula, sorprendida.


–Iré directamente al aeropuerto. Así tendremos toda la tarde para nosotras.


–Magnífico –contestó sin demasiado entusiasmo.


No fue Ivana la primera en sacar el tema de la boda.


–Pensé que habíais decidido hacer una ceremonia sencilla –dijo Paula, en un momento en el que estaban hablando de Diana–. ¿Cómo has dejado que mamá lleve las cosas a ese extremo?


–Hay que ser realista. Miguel es un hombre rico y famoso. Y Manuel… –sus ojos se iluminaron al recordarlo–, también es conocido en determinados círculos sociales.


Paula sonrió. Le costó un gran esfuerzo, pero merecía la pena hacerlo. No podía fingir que Manuel no existía. Ivana podría sospechar algo.


–Claro que sí. Es un hombre muy codiciado. Me temo que la mitad de Londres va a sufrir cuando lo saques de circulación.


–Tienes toda la razón. Y deberías pensar en ello.


–¿Por qué?


–La mitad de Londres de la que tú hablas examinará con lupa las fotografías de la boda y se dará cuenta de que no estás allí. ¿Y qué crees que dirán de la hermana ausente?


Paula no había pensado en ello. Ivana tenía razón. Era probable que algún columnista sugiriera que la hermana de la novia estaba demasiado celosa para asistir a la boda.


–Puedes impedir que aparezca algún comentario en prensa –murmuró.


–Podemos intentarlo. Pero no creo que lo consigamos –Ivana se interrumpió– . En cualquier caso, el problema no es solo la prensa, ¿Verdad?


–Yo pensaba que habías dicho…


–Paula, somos hermanas. Quiero que vengas a mi boda.


Paula apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula.


–Sí, lo sé, y siempre he pensado que estaría allí, detrás de ti, sosteniendo el ramo y asegurándome de que no te caigas.


Ivana rió divertida.


–Bueno, entonces….


Por un instante, Paula se preguntó si esconder sus sentimientos habría sido la mejor opción. Quizá hubiera sido más saludable para todo el mundo que desde el primer momento dijera la verdad. Ivana la vió vacilar y malinterpretó su gesto. 

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