lunes, 1 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 10

Pedro rió por primera vez desde hacía semanas. Se quitó la chaqueta, la dejó detrás de la barra y se fue a dar una vuelta por el club. Pablo tenía razón, era un buen sitio para bailar. El local vibraba al ritmo de la música latina. El sonido de las maracas se superponía a una base roquera, provocando una sensación tan física como si le estuvieran agarrando el corazón con una mano. Observó bailar a una mujer morena, flexible como un jaguar; después a una joven que parecía haber salido directamente de la oficina; a una pelirroja llena de glamour, a una cubana sonriente… Y entonces la vió. No parecía latina. Era rubia. Tenía el pelo dorado y la piel luminosa. No era alta. Ni tenía el aspecto atlético de aquellas bailarinas semiprofesionales que abarrotaban la pista. Pero se movía de una manera… Se paró en seco. Algo le atenazó la garganta mientras la observaba. Bailaba sola, sin fijarse en nadie. Su concentración era total. Se movía como un caballo fogoso, grácil y fuerte al mismo tiempo. No era consciente de que alguien la estaba observando. Entregaba todo su cuerpo a la música. La melena flotaba sobre sus hombros desnudos. Pero no ofrecía la abierta sensualidad de la mayoría de las bailarinas. Su baile era punzante, salvaje incluso. ¿Estaría enfadada con alguien? ¿Con ella misma quizá? Pedro analizó rápidamente la situación. Paco debería saberlo. Si era un buen hombre de negocios, conocería a su clientela. Abandonó la pista de baile y se acercó a la barra.


–¿Quién es esa chica? –le preguntó a Pablo con repentina urgencia.


Pablo no tuvo que preguntar a quién se refería. Pedro no apartaba la mirada de ella. Y tampoco otros de sus clientes. Cosa que, en un club tan animado como aquel, resultaba inaudita. Aquella mujer era luminosa y fiera como el fuego. Y completamente ajena a las miradas que se fijaban en ella. Pero a Pedro lo enfurecía el deseo que reflejaban aquellas miradas. Más aún, le entraban ganas de sacudir a aquella joven y hacerle ver las reacciones que estaba provocando. Tanta concentración, tanta pasión, podían llegar a ser peligrosas. ¿Es que no se daba cuenta?


–Viene del mundo de la moda –contestó Pablo–. Es nueva. Empezó a aparecer por aquí en Navidad. No sé cómo se llama. Podría ser una bailarina. ¿Quieres que pregunte quién es?


Pedro sonrió. Pablo no había sido capaz de disimular su sorpresa. Y Pedro sabía por qué. Pablo lo conocía muy bien. Y sabía que él no era un hombre en el que fuera fácil despertar el deseo. Y no lo era. Ni siquiera en aquel momento, cuando todo su ser palpitaba. Aquella joven era mucho más que un simple objeto de deseo. Parecía difícil. Exigente. Un enigma, un desafío. Y… «Mía», pensó Pedro. Se sentía exultante, y, al mismo tiempo, extrañamente tranquilo.


–Puedo intentar averiguar algo sobre ella –se ofreció Pablo.


Pedro no apartaba la mirada de la bailarina, pero alargó la mano hacia la barra y tomó una botellita de agua.


–Creo que ha llegado el momento de que lo haga yo –comentó, intentando parecer divertido.


Ni siquiera se volvió para despedirse de Pablo mientras se encaminaba hacia la pista. 


Paula lo estaba pasando maravillosamente. Siempre lo pasaba maravillosamente. Era el rasgo que la caracterizaba. La chica ideal para las fiestas, dispuesta a cualquier cosa. Siempre estaba riendo y haciendo reír a los demás. Aquella noche, el equipo editorial japonés, envuelto en aquel ritmo cubano, se había dejado atrapar por su entusiasmo. La tensión de las largas reuniones del día se había disuelto en aquella música caliente. Viéndolos contentos, se permitió relajarse y dejarse llevar por el ritmo latino. La música cambió. Uno de los chicos con los que había estado bailando la agarró de la mano. Siguiendo sus pasos, fue capaz de reproducir exactamente el baile de la cantante que salía en el vídeo. Su compañero de baile rió. Y ella le devolvió la carcajada. Estaba disfrutando, se decía. Y eso era precisamente lo que mejor se le daba. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario