viernes, 26 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 61

En algún momento, en la madrugada del domingo, se encontró a sí misma en Hombre y Mujer. No estaba buscando a Pedro, por supuesto. Pero cuando comprobó que los únicos rostros que reconocía eran de residentes en Nueva York, se lanzó a uno de sus bailes salvajes, llamando la atención incluso de un representante de artistas. Paula aceptó su tarjeta sin mostrar el menor interés y se acercó a la barra a pedir una botella de agua mineral. El camarero estaba impresionado.


–Eh, Pablo –llamó a su jefe–. Acabamos de descubrir una estrella.


Pablo se acercó y arqueó las cejas con extrañeza al ver a Paula.


–Vaya, vaya. Bienvenida. Te llamabas Paula, ¿Verdad? Y eres la actual obsesión de mi viejo amigo Pedro Alfonso.


Probablemente la oscuridad le impediría ver su sonrojo, se aseguró Paula a sí misma.


–Me siento halagada. Pero creo que lo de «Obsesión» es un poco exagerado.


–Bueno, ya conoces a Pedro. No para de llamar para ver si has venido por aquí. Y para saber con quién.


–Oh… –Paula se recuperó rápidamente del impacto inicial–. Apuesto a que no es la primera vez que pregunta por una mujer.


–Al menos es la primera vez que yo lo veo hacerlo –de hecho, Pablo estaba absolutamente sorprendido por aquella búsqueda sin precedentes–. La faceta de cazador de Pedro es un nuevo fenómeno. Él se toma las relaciones muy en serio.


–Bueno, pues lo siento. ¿Acaso tengo yo la culpa de que haya decidido echar una cana al aire ahora que es millonario?


Y mientras lo preguntaba, comprendió que aquel era precisamente el quid de la cuestión. ¡Eso era todo! Pedro era un hombre que siempre se había tomado en serio sus relaciones. Y de pronto conocía a una chica como ella y había descubierto que era posible tomarse las cosas a la ligera. Ella misma lo había alentado al decirle que el sexo podía ser algo divertido… Por eso no era sorprendente que a la mañana siguiente de haber hecho el amor, no lo hubiera encontrado en su cama. Ella misma le había dado permiso con sus estúpidas palabras. Pablo se inclinó hacia ella, apoyando un codo en la barra.


–Entonces, ¿Qué le digo?


Paula no contestó inmediatamente. Se sentía tan avergonzada y perdida que lo único que le apetecía era tirarle el agua en la cara y marcharse. Pero, por supuesto, no lo hizo.  Miró a Pablo con los ojos entrecerrados y dijo lo que realmente pensaba, sin fingimientos, sin subterfugios.


–¿Qué le dices? Dile que lo pregunte él mismo.


Y se volvió sin decir una sola palabra.




Paula no durmió mucho el lunes por la noche. Y el martes se sobresaltaba cada vez que sonaba el teléfono. Para el final del día, tenía los nervios destrozados, los archivos del ordenador completamente desorganizados y la papelera llena. Y Pedro no había llamado. El martes por la noche, no durmió nada en absoluto. El miércoles, la despiadada luz del baño le mostró su rostro. Miró furiosa lo que aquella cruel iluminación mostraba y dio gracias a Dios por la existencia de los cosméticos. En cuanto llegó al trabajo, se sentó detrás de su ordenador. La máquina le indicó que había recibido veinte mensajes electrónicos, pero ninguno era de Pedro. Suspiró y dió un sorbo a su revitalizante café.


–¿Qué pasa? –le preguntó Nadia–. ¿Estás nerviosa por tu millonario?


Paula apartó el ratón del ordenador con gesto furioso.


–Llevo más de doscientos dólares de maquillaje encima y la gente continúa preguntándome que qué me pasa. Debo tener un aspecto mortal.


–Tienes el aspecto de un ángel de Botticelli, como siempre. Pero si estás tomando café, es que debe haber ocurrido algo especialmente malo.


Justo en ese momento sonó el teléfono. 

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