lunes, 22 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 54

 –Como herramienta de comunicación, sí –hablaba con el desapasionado tono del profesor que en otro tiempo había sido.


–No te creo. Además, se supone que el sexo no tiene que ser una herramienta para nada, sino que tiene que ser algo divertido.


–¿De verdad?


–Eh, atiende –inclinó la cabeza hacia un lado y batió las pestañas exageradamente–. ¿Lo ves?


Pedro la miró atentamente y después suspiró disgustado.


–No hace falta que actúes para mí –dijo secamente–. Yo respondo a los estímulos habituales, como todo el mundo. El problema es que no se me da bien darme cuenta de lo que significa. De lo que significan realmente.


Paula se llevó las manos a las sonrojadas mejillas. ¿Cómo podía hacerle sentirse tan pequeña? Y sin siquiera intentarlo.


–Mírame, Paula.


Y ella lo hizo. El rubor no desaparecía de su rostro. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se había sonrojado de aquella manera? Seguramente no había vuelto a hacerlo desde que era adolescente.


–Todo el mundo cree que soy un tipo brillante –continuó explicándole–. Y, de alguna manera, es verdad. Pero mis conocimientos no me sirven para comprender la naturaleza humana.


Paula escudriñó su rostro. Obviamente, aquello era importante para él, pero…


–No lo comprendo –le dijo con sinceridad.


–Entonces déjame ponerte un ejemplo. Tengo un equipo de personas que depende de mí para sacar adelante mi negocio. La mayor parte de ellas son amigos. Y he estado a punto de echarlo todo a perder por no ser capaz de darme cuenta de lo que estaba pasando delante de mis propias narices.


–¿Has tenido una aventura con alguna de las personas con las que trabajas?


–No, en este caso no me refiero a señales sexuales, sino a otro tipo de comportamiento. Pero estaba allí, cualquiera podía darse cuenta de lo que estaba pasando. Pero yo no.


Paula lo miró fijamente. 


–Oigo lo que la gente dice –añadió Pedro–. Pero no sé realmente lo que quiere decir. Supongo que necesito un traductor. Alguien como tú.


–¿Como yo? Estás bromeando, ¿Verdad?


–Claro que no.


–Pero si yo soy un desastre.


Pedro soltó una carcajada.


–No me lo creo.


–Oh, es verdad que puedo ir a una fiesta y deslumbrar al mundo. Pero eso no impide que pueda llegar a comportarme como una auténtica idiota.


Pedro la miró con los ojos entrecerrados.


–Estás hablando de algo concreto, ¿Verdad? ¿Quieres contármelo?


Paula tragó saliva y sacudió la cabeza. Todavía le dolía recordar aquella vergonzosa escena. Cada vez que acudía a su mente, intentaba reprimirla horrorizada.


–Yo… No puedo.


–No puede ser tan malo, Paula.


–Claro que lo es. Ya sé que tú crees que soy una chica a la que le gusta vivir al límite, pero…


–¿Estás intentando decirme que me equivoco? –la interrumpió.


–Oh, no, tienes razón –replicó con amargura–. Pero, viviendo al límite, a veces se corre el peligro de caer por el precipicio.


–No parece que tú te hayas caído nunca.


–Miento muy bien.


Pedro dió entonces un puñetazo en la mesa, sobresaltando a Paula.

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