miércoles, 24 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 57

Paula alzó la mirada. Por un instante, pensó que le estaba pidiendo que se quedara con él. Pero entonces reparó en la diversión, en el desafío de su mirada. No, no le estaba pidiendo que se quedara. La deseaba. Quería que estuviera disponible. No con él. Y tampoco podía culparlo por ello. Al fin y al cabo, en ningún momento había dicho que las cosas fuera a ser de otra manera. Era estúpido esperarlo. Eran polos opuestos. Él era prácticamente un profesor y ella poco menos que una juerguista.


–No creo que fuera sensato.


–No, supongo que no –el brillo desapareció de su mirada. De pronto, parecía terriblemente cansado. 


Paula apenas probó el desayuno les sirvieron. Pedro la miraba preocupado.


–¿Qué te pasa? –le preguntó.


–Nada.


–En realidad no estás preocupada por ese estúpido trabajo, ¿Verdad?


–No es estúpido. Es mi primer trabajo y me encanta.


–Entonces, si te pidiera que te quedaras, ¿La respuesta sería no?


–Yo no contesto a preguntas hipotéticas.


Pedro la miró con firmeza.


–De acuerdo. Olvida las hipótesis. Quédate conmigo.


Pero Paula estaba demasiado triste para escucharlo. O quizá demasiado asustada. Jamás se había sentido así. Estaba desesperada por quedarse a solas y recuperar sus fuerzas. De modo que dijo: 


–Tengo que volver al trabajo mañana mismo. Lo prometí.


Al final, Pedro hizo lo que Paula le pedía y la llevó directamente al aeropuerto. Una vez allí, la obligó a volverse hacia él.


–Paula, ¿Qué te pasa? ¿Qué ha pasado?


La multitud los empujaba. Pedro le agarró las manos y la sostuvo con firmeza, pero ella ya se sentía a miles de kilómetros de distancia.


–Paula –la sacudió delicadamente, sonaba exasperado, pero tan distante…


Incluso su voz parecía diferente.


–No ha ocurrido nada.


–¡Paula!


–Gracias por haberme traído aquí.


–Entonces… es eso, ¿Verdad?


Su mirada se había tornado peligrosa. Aquello consiguió sacar a Bella de su cápsula de fatalismo, al menos por un instante.


–¿Qué?


–Un pequeño escarceo después de la fiesta y después, gracias y adiós.


Paula pestañeó. ¿Qué demonios le pasaba? Eso era lo que él quería, ¿No?


–No sé por qué me sorprende –continuaba diciendo Pedro–. Tú misma me dijiste que no eras una mujer hecha para los compromisos. Ivana y Manuel pueden comprometerse, pero tú no, claro.


Paula se sintió como si acabaran de tirarle un jarro de agua helada.


–¿Quieres saber lo que ha pasado? –preguntó furiosa–. Pues muy bien, te lo diré –apartó las manos y retrocedió–. Estaba enamorada de Manuel… Él apenas conocía a Ivana entonces. Jamás se me ocurrió que… Bueno, eso ahora no importa. En aquel momento, yo creía que me había descartado por ser demasiado joven. Así que pensé que tenía que demostrarle que era una mujer moderna para la que no tenía sentido andarse con rodeos –se encogió de hombros, con gesto burlón, intentando ocultar su dolor.


Pedro tenía la mirada fija en ella. Su rostro permanecía impasible. Solo sus ojos ardían.

No hay comentarios:

Publicar un comentario