viernes, 19 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 49

 –No –no parecía especialmente interesado–. La verdad es que no me acuerdo de quién me lo ha contado. Creo que fue alguien que trabajó para él.


A pesar de sí misma, Paula sintió una cierta solidaridad hacia Pedro Alfonso. Aun así, continuó evitándolo durante el resto de la velada. Al parecer, también él estaba intentando evitarla. No volvió a verlo hasta que Ivana bajó las escaleras de la mano de Manuel, preparada para montarse en un coche del que colgaban varias ristras de latas. Paula volvió a sentir aquella traicionera mano que le apretaba el corazón. Y mientras los invitados se acercaban hacia el coche, ella retrocedió.


–¿Qué vas a hacer ahora? –le susurró una voz al oído.


Paula no se volvió.


–Despedir a mi hermana.


–¿Y después?


–Me quitaré el vestido de dama de honor y volveré a Londres –dijo con resolución.


–Yo te llevaré.


–Pero el baile…


–Te llevaré y después volveré.


–No es necesario.


–Claro que lo es. Y no sabes cuánto.


–Esa no es la cuestión. No tenemos nada de qué hablar.


–Ya estamos de acuerdo en algo –dijo.


Se oyó entonces la precipitada carrera de una sonriente Ivana hacia el coche. Manuel le pasaba el brazo por los hombros, protegiéndola con su cuerpo.


–¡El ramo! –gritó alguien–. ¡Tira el ramo!


Ivana, obviamente, había bajado el ramo con ella precisamente para eso. Escrutó los rostros de la multitud, buscado a alguien. Y Paula tuvo un terrible presentimiento.


–No –dijo en un susurro–. Oh, no, por favor.


Pero Ivana la había visto. Pareció momentáneamente desconcertada al verla en la parte de atrás del grupo. Le dijo algo a Manuel. Éste inclinó la cabeza y miró hacia Paula. Una enorme sonrisa iluminó su rostro. Tomó el ramo de Ivana e hizo un amago de tirarlo, como si estuvieracalculando la trayectoria. ¿Cómo podía hacerle algo así?, se preguntó Paula, comprendiendo lo que estaba a punto de hacer. Manuel tiró el ramo con fuerza. Éste voló sobre la multitud y aterrizó en el rostro de Paula. Ella intentó evitarlo, pero no podía hacer nada. Se tambaleó. Y podría incluso haberse caído si Pedro no la hubiera sujetado, al tiempo que se hacía cargo del ramo. Se levantó una carcajada entre los invitados. Pedro sonrió de oreja a oreja, mostrando el ramo.


–¡Mi suerte ha cambiado!


Paula fingió que las lágrimas que asomaban a sus ojos eran producto del arañazo de una de las espinas de las fresias. Pedro le tendió un pañuelo. Ella se secó los ojos y se sonó la nariz, fingiéndose concentrada en aquella herida inexistente. Los invitados se volvieron hacia Ivana y Manuel, y pudo respirar otra vez. Pero continuaba temblando. Con Manuel al volante, el coche dió su vuelta de honor. Cuando pasaron a su lado, vió que Ivana tomaba la mano de Manuel y se la llevaba al vientre. Ambos intercambiaron miradas de afecto, de complicidad. De total confianza y amor. Por un instante, apenas pudo respirar. Sola, pensó. Estaba sola y siempre lo estaría. Se volvió hacia Pedro, que permanecía a su lado.


–De acuerdo –le dijo.


–¿Qué?


–Puedes llevarme a Londres –una sonrisa temblaba en sus labios. Le estaba ofreciendo mucho más que un viaje a Londres y era consciente de que él lo sabía. 

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